viernes, 16 de febrero de 2018

Cook y el tránsito de Venus

Se cumplen hoy doscientos cincuenta (250) años desde que la Royal Society solicitara al rey Jorge III del Reino Unido, financiación económica para una expedición científica al océano Pacífico. Su objetivo principal era el de observar y documentar el tránsito del planeta Venus a través del Sol, que tendría lugar al año siguiente, en 1769.
Dicha solicitud tuvo lugar el 16 de febrero de 1768, que entonces cayó en martes, y fue rápidamente concedida dada su importancia ya que, entre otros fines, tenía el de poder medir la distancia que separa a la Tierra de nuestra estrella.
Un asunto no menor en aquella época, en la que el tamaño del sistema solar resultaba ser uno de los mayores enigmas de la ciencia, similar a como lo son en la actualidad la naturaleza de la materia y de la energía oscura.
Y es que aunque en pleno siglo XVIII, los astrónomos sabían de la existencia de seis (6) planetas orbitando al Sol (faltaban por descubrir Urano, Neptuno y Plutón) y conocían además la distancia relativa teórica entre ellos -por ponerles un ejemplo, Júpiter está cinco (5) veces más lejos del Sol que la Tierra-, se desconocía tanto la razón de esos valores como las distancias absolutas.   
A este tipo de cuestiones pretendía dar respuesta la Royal Society, o eso esperaba al menos, si es que lograba medir con precisión el tránsito del planeta Venus por delante del Sol. O lo que es lo mismo, el valor del desplazamiento de esa especie de pequeña mancha de forma cricular y color negro azabache medido desde lugares diferentes.
Unos datos que por paralaje -desviación angular de la posición aparente de un objeto, dependiendo del punto de vista elegido- posibilitaría a los astrónomos el cálculo de la distancia a Venus, las distancias de los demás planetas conocidos basándose en sus órbitas relativas y, por ende, el tamaño del sistema solar.
No obstante había un par de problemas. Uno, que estos tránsitos venusianos se producen muy de vez en cuando, de hecho tienen lugar de dos en dos, con unos ocho (8) años de diferencia y no vuelven a suceder hasta, aproximadamente, ciento veinte (120) años después.
Y dos, que ya en 1761 un equipo internacional había intentado el cálculo, pero las condiciones meteorológicas y otros factores habían dado al traste con la realización de buenas mediciones y la obtención de datos exactos.
De modo que si esta expedición fracasaba habría que esperar hasta la siguiente oportunidad en el año 1874 y, naturalmente para entonces todos calvos, ya saben a qué me refiero.
Cook y Endeavour
De ahí la importancia de la observación de este tránsito planetario que se haría desde Tahití, y la urgencia de la expedición que finalmente partió del puerto de Plymouth el 12 de agosto de 1768, a bordo del HM Bark Endeavour, estando al mando militar de la misma el teniente James Cook, a pesar de que realizaba su primer viaje como comandante de una nave.
A pesar digo y, añado ahora sin embargo, obvia, pues se trataba no sólo de un marinero excepcional sino también de un astrónomo que, además, había observado para la Royal Society el anterior tránsito en Canadá.
Siguiendo la ruta prevista desde Inglaterra navegaron el Atlántico Sur, doblaron el cabo de Hornos y continuaron hacia el oeste por el Pacífico, llegando a Tahití el 13 de abril de 1769, a tiempo para la observación, prevista para el 3 de junio de 1769.
Pero antes mientras esa fecha llega, queda algo más de un año, y se convierta en unos de esos “días que cuentan”, nos centraremos en un par de detalles relacionados con el marino y con el barco. (Continuará)
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