(Continuación) Resulta que cuando Lecoq determinó de forma empírica la densidad (d) del galio, le salió un valor muy por debajo del predicho por Mendeleyev quien, ni corto ni perezoso,
le escribió instándole a que repitiera la prueba, pero utilizando una muerta
más pura.
Y pásmese porque cuando lo hizo, el
valor que le salió al francés se parecía muchísimo al que teóricamente había
previsto el ruso. Ver para creer, el poder de la teoría en un papel escrita se
imponía sobre la praxisllevada a cabo en un laboratorio. Por eso le decía que
el hallazgo experimental de Lecoq con el galio, fue toda una vindicación de la
ciencia teórica encerrada en la tabla periódica de Mendeleyev.
Por último, y no por ello menos
importante, el bajo valor de la propiedad punto
de fusión (PF), sorprendentemente, no fue anticipado por nadie. Un valor,
recuerde, que le hace derretirse en la mano y ser el segundo metal líquido después
del mercurio que viene a este negro
sobre blanco bachiller.
PF y otras propiedades
Dado que funde a veintinueve coma setenta y ocho grados Celsius (29,78 ºC),
si cuando tenga en sus manos un trozo de este metal éste se encuentra en estado
sólido, el simple hecho de mantener el contacto, y no le digo si lo frota, hará
que por calor pase a estado líquido,
un cambio físico.
Una característica que propicia el
hecho de que pueda ser utilizado para realizar trucos de magia o para gastar
una broma en el laboratorio. Piense, por poner un ejemplo, que utilizara una
cucharita de galio para remover el té caliente de una taza.
Ante los ojos de sus invitados aquella empezaría
a desaparece nada más entrar en contacto con el humeante líquido de la taza.
Por otro lado el galio, que presenta un
color grisáceo en estado líquido y
plateado brillante en el sólido, no existe libre en la naturaleza por lo que ha
de ser creado por el hombre de manera artificial.
En la actualidad una parte de sus aplicaciones
se centran en las tecnologías de semiconductores y como componente de algunas
aleaciones con bajos puntos de fusión.
También forma parte de nuestro organismo aunque en cantidades
muy pequeñas. En términos relativos su abundancia es del orden de diez elevado
a menos seis por ciento (10-6 %), o lo que es lo mismo, en mi caso,
con una masa de setenta kilogramos (70
kg), se pueden encontrar cero coma siete miligramos (0,7 mg) de galio en mi cuerpo.
Una cantidad de materia que dada su relativamente alta densidad, de 5,90 g/cm3, ocuparía
el volumen de un cubo que mediera cero
coma cuarenta y nueve milímetros de arista (0,49 mm), es decir que sería
aproximadamente como la cuarta parte de un dado pequeño de parchís, de los que suelen
medir un centímetro (1 cm) de arista.
Y ya para acabar sólo comentarle de dónde
proviene su nombre, galio, una
historia que tiene su aquél, no crean, y que merece ser contada. (Continuará)
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