(Continuación)
Bueno, a fuer de ser sincero, lo que provocan en mí es un sentimiento de
envidia, de envidia profesional, pero de envidia. Eso sí, mezclada de forma
indisoluble con una gran dosis de cariño, de cariño a la persona. Por eso digo
que los admiro cuando los veo actuar.
Su
altruista afán por difundir, divulgar y comunicar sus conocimientos sobre la
ciencia es tal, que hacen cierta la más que cruda y desinteresada leyenda china
de los dragones, y el no menos irónico e interesado corolario del creador de la
teoría de las catástrofes, el
matemático francés René Thom (1923-2002).
Es
muy breve por lo que se la cuento: “Una vez, un hombre se gastó toda su fortuna
en que le enseñaran a cazar dragones. Y cuando aprendió, descubrió que los
dragones no existían”. Hasta aquí la leyenda china, ahora el corolario que le puso
el catastrofista: “Entonces se dedicó a enseñar cómo cazar dragones”. Ergo no, no existen los dragones.
Sarcasmos
docentes al margen, es así de catastrofista como algunos compañeros suelen
calificar el futuro de la cultura científica. Y aunque el resto no llega a
tanto, el conjunto sí que muestra una gran preocupación profesional. Ésta es la
tercera constancia emocional de la que les hablaba y que a mi entender, en los
últimos tiempos, sobrevuela sobre los intervinientes en este tipo de encuentro.
Desde
luego motivos para la preocupación no faltan. Por un lado está el cada vez
menor número de alumnos que se matriculan en las asignaturas científicas, algo
que viene motivado por su carácter optativo (los alumnos dicen que las ciencias
les persiguen, pero que ellos son más rápidos).
Por
otro, lo que ya es un clásico en nuestro sistema educativo, la voluntad firme
de las autoridades políticas de un signo y otro, de disminuir el número de
horas dedicadas a las ciencias. Y claro, como consecuencia de esta actuación
propia de elefante cacharrero, el descenso del nivel de conocimiento científico
entre los alumnos, se hace preclaro conforme pasan de un curso a otro.
Una
deficiencia en su formación que les aleja de los itinerarios docentes
relacionados con las materias científicas, tanto a nivel preuniversitario como
universitario. Lo que plantea una paradoja, pues existe una gran demanda social
de profesionales cualificados en estas materias científico-técnicas.
O
lo que es lo mismo, los dragones existen en ciencia por lo que hay que ir a su
caza. A lo mejor no encontramos el que buscamos, pero sí otro que igual vuela
más alto y arroja más fuego.
Una
cuestión de pura lógica que me ha hecho recordar un pasatiempo que les enroqué
a finales de la primavera pasada y que guarda relación con estos seres
mitológicos. En él les pedía que encontraran una conclusión para este par de
frases: Ningún país que haya sido explorado está infestado de dragones. Los
países inexplorados son fascinantes.
¿Conclusión?
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