Me
gusta asistir con cierta regularidad a todo tipo de actividades que guarden
relación con la divulgación de la ciencia y la cultura científica-tecnológica.
Con una regularidad de la que les confieso es todo lo frecuente que puedo, pero
de la que les reconozco que es algo menor a la que deseo.
Lo
hago unas veces como mero asistente y otras tantas como ponente invitado pero
siempre, siempre, vuelvo a casa con la misma sensación. La de la importancia
que tienen estos eventos como un intento más para reducir en sus diferentes
aspectos, la cada vez mayor separación entre el gran público (escolando y no
escolando) y la ciencia y la tecnología.
Una
ingente tarea que requiere de la implicación de distintas instituciones,
organismos e institutos, sean locales, autonómicos, nacionales o
internacionales. Y bajo todos ellos subyace la dicotomía ciencias-artes, que ya
en 1959 planteara el físico y novelista inglés C. P. Snow (1905-1980),en su famosa
conferencia de 1959 titulada ‘Las dos
culturas’.
Camino
vamos del sesenta (60) aniversario ya y quien esto escribe, aquí nadando entre dos
aguas o lo que llaman la tercera cultura.
Todo un dragón, se lo aseguro, esta dicotomía artístico-científica, al que se
pretende dar caza en estas reuniones. Y desde mi particular experiencia y limitado
entender, tres características emocionales se mantienen constantes en estos
encuentros científicos-divulgativos. Tres como las hijas de Elena.
La
primera es de índole estrictamente personal, y tiene que ver con el sentimiento
de la amistad. Observo lo agradable que, por lo general, nos resulta a todos
volver a saludar a viejos compañeros, conocidos y amigos. Personas a las que a
lo peor, sólo vemos de año en año o de congreso en congreso, pero créanme que este
distanciamiento espacio-temporal no importa. La alegría del reencuentro lo compensa
y con creces. Sólo por este motivo, asistiría a estas reuniones guadiánicas.
En
la segunda emoción intervienen lo personal y lo profesional. Lo suelen hacer de
forma solapada y poco a poco, de manera que provocan en mí un sentimiento de
admiración hacia mis colegas. Y es que no deja de sorprenderme el ingenio,
conocimiento, habilidad, ilusión y capacidad de trabajo que siguen desplegando
año tras año estos profesionales de la educación primaria, secundaria y
universitaria, así como los divulgadores científicos profesionales.
Una
actividad que desarrollan con generosidad a la hora de elaborar ingeniosos y
sencillos experimentos de ciencias. De escribir y producir agradables y
clarificadores artículos científicos para la prensa, radio o televisión. O de
crear programas informáticos de exposición, simulación o autoaprendizaje de la
ciencia y la tecnología. Todo esfuerzo y sacrificio personal les parece poco
para aproximarlas. Admirable. (Continuará)
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