(Continuación)
Dicen que causó tanta impresión a los profesores franceses, que se mandó al ‘Musée Pédagogique à Paris’ donde se
conservó desde entonces, aunque vaya usted a saber. A saber digo porque
indagando me he enterado de algo más.
Por
ejemplo que dicha institución fue fundada en 1879 por el político francés Jules Ferry (1832-1893),
quien durante uno de sus mandatos como Ministro de Instrucción Pública durante la
Tercera República, estableció un sistema de enseñanza primaria de carácter gratuito,
instrucción obligatoria y naturaleza laica y pública.
Son
las conocidas como Leyes de Jules Ferry,
quien también elaboró algunas disposiciones sobre la educación de las mujeres.
Volviendo
a la institución, nació como organismo político destinado a la mejora de la
instrucción popular francesa, pues ofrecía a los profesionales de la enseñanza
un nuevo referente de renovación pedagógica.
Ubicado
en la calle Ulm, durante años su importancia histórica y museográfica creció al
llegar a custodiar numerosos y diversos documentos originales: materiales
escolares, libros de clase, fotografías académicas, trabajos de alumnos,
estampas, infografías, juegos y juguetes educativos, etcétera.
Unas
colecciones didascálicas e históricas que un siglo después (1980) fueron
trasladadas al actual ‘Musée National de
L'Éducation’, sito en la ciudad de Rouen y del que todos sus fondos, una
vez digitalizados, han pasado no hace mucho a formar parte de la ‘Réseau Canopé’.
Una
faraónica red compuesta por decenas de miles de referencias bibliográficas y
documentos, una de cuyas categorías está dedicada, precisamente, a los trabajos escolares. Y aquí es donde les
entrego el testigo de esta entrada, por si tienen a bien profundizar en su
estudio.
Y
de la que sólo me resta decir lo obvio. Estos tipos de “lindezas escolares” por
supuesto que existen en la realidad docente. De hecho se las encuentra a lo
largo de su vida cualquier profesor, de cualquier disciplina, y en cualquier escuela
y momento.
Alumnos
despiertos y ocurrentes los hay por todos lados, quién lo puede dudar. Un
requisito del todo necesario, el de su existencia, pero no suficiente para el
hecho de que composiciones como la del búho y la vaca, vean la luz a nivel casi
mundial.
Como
les decía más arriba, hace falta también que el sistema educativo propicie un
ambiente en el aula que les permita expresarse con libertad, sin vergüenza, sin
pudor o, lo que es peor aún, sin temor a los errores que cometan o puedan
cometer. Al fin y al cabo el conocimiento humano consiste más en destruir
errores que en descubrir verdades.
Y
bueno, ¿qué opinan? ¿Se trata de un hecho real o es otra leyenda urbana? ¿Estamos
ante una constatada y contrastada realidad docente o es otro de esos bulos,
ahora propagados por las redes sociales, que apenas gozan de credibilidad?
Por
si quieren conocer mi opinión, en casos como éste tengo para mí que poco
importa que el sucedido sea apócrifo o no. Los italianos tiene un refrán que
viene que ni pintado, reza así: “Se non e
vero, e ben trovato” (Si no es verdad, está bien traído). Pues eso.
A
veces la forma interesa (tanto o) más que el fondo. Poco importa si son
auténticos o inventados con tal que nos revelen una verdad. De ser así como
digo, bien pudiera entonces que una leyenda valiera por mil demostraciones. Pero
claro qué sabré yo, que consejos traigo y para mí no tengo.
Por
cierto, dejo un fleco suelto de los que me gustan. Tiene que ver con la calle
Ulm, ¿de qué les suena el nombre? ¿de qué?
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