Vaya por delante que bizarro no
es de las palabras que más he utilizado y utilizo, si bien no es menos cierto
que nunca he dejado de hacerlo a lo largo de mi vida. Una vida que dicho sea de
paso, hace ya tiempo que superó el medio siglo.
Trato de decirles con este breve apunte que, cuando la he empleado a lo
largo de buena parte de ese tiempo, ha sido con significados bien diferentes,
según el momento espacial y temporal que hemos compartido tanto la palabra en
sí, como quien esto escribe.
“Bizarro”
significa “valiente”
Es una de las acepciones tradicionales que da el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), junto a las de “valiente”,
“arriesgado”, “generoso”, “lucido”, “apuesto” o “espléndido”.
Etimológicamente la palabra procede del italiano bizzarro que significa “iracundo”, y que a su vez deriva de bizza que hace mención a la ira
instantánea. Según este diccionario, por etimología, el primer significado de
bizarro en español fue ‘valiente, osado’ y después ‘gallardo’ y ‘generoso’.
Y a lo largo de esta primera de su historia con el adjetivo se ha hecho
referencia a ciertas cualidades o características positivas del ser humano, asociadas
bien a un carácter firme y recio, bien a un porte distinguido y elegante o bien
a un comportamiento digno de respeto.
Ni que decirles tengo que en nuestra literatura clásica, ejemplos de los
mismos y de los autores que lo han usado, desde luego no faltan. Por si les
interesa este aspecto van, desde Lope de
Vega en ‘El remedio en la desdicha’,
Calderón de la Barca en ‘El Rey Don Pedro en Madrid’ o Miguel de Cervantes en ‘La segunda parte de Don Quijote de la
Mancha’.
Hasta ‘El criticón’ de Baltasar Gracián o ‘El Buscón’ de Francisco de
Quevedo. Pasando por ‘Segunda Soledad’
de Góngora o ‘La primera parte del Guzmán de Alfarache’ de Mateo Alemán. Como se habrán percatado, se trata de lo mejorcito
de cada casa. Así que por ese lado bien, sin embargo...
Sin
embargo
...Sabemos que la lengua es como un ser vivo, y al igual que él cambia,
evoluciona y se transforma. Y buen ejemplo de ello es el término que nos trae,
que sin saber muy bien cómo, ha devenido con el paso del tiempo en significar: “extraño”,
“atípico”, “singular”, “extravagante”, “raro” o “anormal”.
Y lo hizo así, hace unos años y sin avisar, como suelen ocurrir algunas
cosas en esta vida. Son cosas que pasan.
Por lo que se sabe, todo apunta a que se trata de un calco semántico del
francés bizarre, asimilado también
por el inglés, y donde el término tiene los anteriores significados, bien lejos
como ven de los propios de nuestro lenguaje patrio. Pero el caso es que está
aquí, entre nosotros. Un nosotros entre los que me incluyo.
Sí, lo confieso. Servidor de ustedes, con el transcurrir de los años y sin
tener conciencia clara de cuándo y por qué lo hice, empecé a utilizarlo con este
otro sentido diferente y además compatibilizándolo con el anterior.
Es más. Les reconozco que no solo lo hice sin buscar la razón científica
del cambio, lo que ya de por sí es malo, sino que ni me preocupé lo más mínimo.
Lo que estarán conmigo es aún peor. Sencillamente lo empecé a utilizar y punto.
Son cosas que pasan también. (Continuará)
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