Por ejemplo grandes cantidades de materia, como las contenidas en los agujeros negros, que se muevan y generen una buena cantidad de ondas gravitatorias de gran intensidad.
Dentro ya de las dificultades extrínsecas, estamos nosotros que tenemos que medirlas. Nosotros y nuestra capacidad para fabricar unos sistemas detectores de altísima sensibilidad, capaces de medir los bajísimos valores de las magnitudes físicas que nos interesan.
Por eso hemos necesitado un siglo y lo que nos queda. Porque a nadie escapa que el trompeteo científico-mediático ligado a las ondas gravitacionales, no ha hecho más que empezar.
Pero, por lo averiguado hasta ahora ¿Qué supone este descubrimiento para el hombre de la calle? ¿Está justificada la algarabía que ha producido en el mundillo científico?
Valorando las ondas gravitatorias
A unas semanas ya de la detección de las “arruguillas cósmicas” por los recientemente renovados observatorios del proyecto LIGO; leo que su sofisticado instrumental es ahora unas diez (10) veces más potente que cuando empezó a funcionar en 2002. Y una vez rebajada la fiebre mediática a la que dio lugar, es probable que sea ahora el momento de recapacitar sobre el estado de la situación y hacerse las preguntas adecuadas. Se me ocurren unas cuantas.
¿Está justificado el susodicho alboroto? ¿Qué supone este descubrimiento a fin de cuenta?
¿Cuál es el valor real que tienen los resultados obtenidos? ¿A dónde nos llevarán sus implicaciones teóricas?
¿Qué aplicaciones prácticas derivarán de las anteriores? ¿Qué nos quedará al final de tanto guirigay cósmico-relativista?
Se las pongo negro sobre blanco, porque no hay duda de que el hecho de haber detectado ondas gravitatorias, es sinónimo de haber abierto una nueva ventana desde la que observar el universo.
O lo que es lo mismo, de iniciar un capítulo nuevo, o quizás de dar forma a una nueva disciplina, dentro del ya poblado campo de las ciencias del espacio.
Desde hace tiempo sabemos que existen una serie de procesos y fenómenos, para cuyo estudio resulta insuficiente el análisis de la radiación electromagnética, que tan buenos resultados ha dado hasta ahora.
Y es posible que un mayor conocimiento de estas perturbaciones ayuden.
Unas perturbaciones en el espacio que gracias a la conjunción de una serie de circunstancias, pudieron ser detectadas por primera vez en el caso del experimento LIGO (Laser Interferometer Gravitational Wave Observatory).
La del año pasado fue la primera prueba directa observacional de la existencia de ondas gravitacionales. Pero un par de décadas antes, a finales del siglo pasado, tuvimos una (otra) primera prueba, sólo que ésta indirecta, o sea una evidencia observacional.
De modo que abandonamos el apartado de la predicción einsteniana y pasamos a la de la detección y anuncio científico del sucedido.
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