Así arrancaba la entrega del pasado viernes (Camisetas científicas. 244), y algún que otro lector me ha contestado y bien, dentro del plazo que les di. En efecto se trata de la cafeína.
Esa familiar sustancia estimulante, que podemos encontrar formando parte de diferentes bebidas, y que obtenemos a partir de semillas tostadas y molidas de diferentes plantas. Vegetales como el café, el té, el cacao, la cola, etcétera.
Desde el punto de vista químico, la IUPAC la nombra de diferentes formas que no vamos a reproducir aquí por engorrosas, y tiene de fórmula molecular C8H10N4O2.
Y desde el bioquímico sólo les diré que se trata de un alcaloide del grupo de las xantinas que, según me he informado, actúa como droga psicoactiva, levemente disociativa y estimulante. Precaución.
Química de la cafeína
Como tal sustancia química, la cafeína, fue descubierta en 1819 por el químico analítico alemán Friedrich Ferdinand Runge (1795-1867), cuando contaba con tan sólo veinticuatro (24) años de edad. La llamó Kaffein, de donde deriva el nombre actual.Les dejo caer como nota curiosa que dicha investigación, en realidad, la inició el químico animado por el escritor y también científico germánico Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), que ya ha aparecido por estos predios y por más de un motivo.
Todo vino porque Runge le había mostrado unos experimentos en los que identificaba los efectos midriáticos (dilatación de la pupila del ojo) entre otros, del extracto de belladona.
Y como resulta que el poeta, como otros ilustres y desconocidos de la época, eran grandes consumidores de la oscura bebida (me refiero al café) y se pasaban las noches sin dormir, sumó dos y dos.
Pensó que tal vez la pérdida de sueño podía estar relacionada con la toma de café. Lo pensó con motivos porque el autor de Fausto llegaba a tomar hasta veinte (20) tazas al día. O sea que no andaba muy descaminado
Pero esto que les relato ocurría en los inicios del siglo XIX, cuando en realidad el hombre ha consumido cafeína desde la Edad de Piedra, si bien es cierto que como componente de distintas bebidas.
Entre ellas el café, que no empieza a ser apreciado en Europa hasta finales del siglo XVI y comienzos del XVII.
Se le conoció como ‘vino árabe’ y estaba considerado popularmente como una medicina, a la vez que un afrodisíaco, lo que le trajo algún disgusto con la Iglesia Católica.
Resulta que algunos de sus católicos miembros calificaron al café como “diabólico” y, créanme, este calificativo en aquellos tiempos no era nada bueno en absoluto. Caución.
El café y la Iglesia
Es más que probable que la anécdota que les voy a referir sea apócrifa, incluso que la conozcan, pero en cualquier caso ahí va. (Continuará)
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