Algo por otro lado humano, consolador y
normal. Digo normal, sobre todo, por lo frecuente que resulta.
Pero también les digo, que es poco
inteligente. Verán porqué. Sencillamente no es cierto lo que se afirma.
Se trata más bien de un consuelo con
engaño que, lejos de aliviar nuestra desdicha la acrecienta. O sea. Una beocia.
Un comportamiento estúpido. Precaución.
Lo es porque suma al dolor, el hecho de
tratarnos, nosotros mismos, como si fuéramos idiotas. Y es que, aunque no lo
reconozcamos, sabemos en nuestro interior que nos estamos engañando. O sea que
se trata de una estulticia perpetrada por y contra nosotros mismos. Caución.
Un acto del que, antes que después, nos
terminaremos dando cuenta. Una toma de conciencia que podría llevarnos de la
sensación de desdicha a la de desesperación. Sin solución de continuidad.
Un límite que pudiera llegar a ser
insostenible para algunos. Cautela.
Uno de los consuelos inteligentes que
podemos emplear es la lectura de los moralistas clásicos. Tan empeñados ellos,
en hacer que el sufrimiento humano sirviera para hacer menos puritana a la
sociedad.
Algo que no siempre conseguían, a pesar
de las ventajas evidentes que tal pensamiento ofrece. Claro que en frente
tenían a las religiones. Tan empeñadas ellas también y precisamente, en todo lo
contrario.
No hace falta que les diga qué bando ha
ganado hasta hoy. Pero no hay que perder las esperanzas. Parece que los tiempos
están cambiando. Leo que en ese sentido, hace ya algún que otro siglo, escribió
algo el Príncipe de Ligne.
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