(Continuación) Estas cosas pasan le decía porque, ya que estamos metidos en harinas pedagógicas, en ciencia bachillera seguimos diciendo aquello de ‘el átomo (a, “sin”; tomo “parte”), el sin parte, se compone de protones, neutrones y electrones’. Ya ve el tamaño del oxímoron científico.
De tablilla individual a pizarra
colectiva
Pero
el paso necesario para transformarse de material individual del alumno en su
mesa a ocupar el frente del aula, no se produjo hasta que un profesor escocés de
Geografía, James Pillans (1778-1864) tuvo una idea genial.
Cogió
una de las pizarritas con las que trabajaban sus alumnos y la colgó en la pared
“para ofrecer una visión más óptima a todos los asistentes a su clase de lo que
explicaba”; un método de enseñanza que fue todo un éxito pedagógico según
recogen diferentes publicaciones de la época.
Entre ellos un manual de enseñanza de 1841 'The Blackboard in the Primary School' que lo mencionaba calificándolo “entre los mejores contribuyentes al aprendizaje y la ciencia, si no entre los mayores benefactores de la humanidad”. No me diga.
No
obstante, de este profesor y reformador educativo escocés se dice que lo que
realmente inventó fueron las tizas de colores y que lo de la aplicación pedagógica de la
pizarra se queda tan solo en una atribución no bien fundamentada; a saber, por
dónde andará la verdad.
El
caso es que con el tiempo las escuelas empezaron a tener una pizarra
grande y negra en la cabecera de las clases, una cuyo contenido podía ver todo
el alumnado, que a su vez tenía su propia pizarrita y pizarrín.
Toda una estampa decimonónica que el cambio de siglo empezó a modificar pues las pizarras transformaron su aspecto, si bien su finalidad siguió siendo la misma.
Pizarras verdes
A
lo largo del siglo XX empezaron a tener una cubierta de pintura verde de
porcelana esmaltada sobre una base de acero, una tendencia que fue a más con el
paso del tiempo y que vino motivado por una cuestión óptica.
Se
descubrió que la pizarra en otro color resultaba mucho más descansada para la
vista, sobre todo si se trataba de mirarla durante horas en las clases; por
extraño que pareciera el contraste del negro no era el mejor amigo para la visión
humana.
Mientras
que la pintura de porcelana verde sí, al adaptarse a nuestras circunstancias anatómicas
y fisiológicas pues reducían su brillo y resplandor; un uso masivo en el
aulario que, naturalmente, va unido al establecimiento de la escolaridad
obligatoria. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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