[Esta entrada apareció publicada el 21 de julio de 2023, en la contraportada del semanario Viva Rota, donde también la pueden leer]
Como seguro sabe la cita pertenece a la película ‘Toy Story’ de 1995, ya una saga cinematográfica de la que creo en 2019 salió la cuarta entrega, y de la que su segunda fue, durante un tiempo, la favorita de mi nieto mayor Carlos. Ahora ya no, ha crecido y olvidado tanto la película como la frase del titular y hasta el héroe que la pronunciaba, el guardián espacial Buzz Lightyear, cosas de la vida.
Sin embargo, ya que estamos, me gustaría comentarle algunas quisicosas
relacionadas, no con la película producida por Pixar -creo que es la primera
cinta animada realizada, completamente, con efectos digitales en la historia
del cine- sino con el nombre y apellido del superhéroe y, claro, con la frase
misma. Para empezar, todo apunta a que el nombre está inspirado en el del astronauta
estadounidense “Buzz” Aldrin (1930), segundo ser humano en hollar la Luna
tal día como hoy de hace 54 años durante la misión Apolo 11.
Su nombre en realidad es Edwin, pero una de sus hermanas lo llamaba buzzer en vez de brother y con “Buzz” se quedó, de hecho lo terminó adoptando en 1988; y algo parecido ocurrió con el apellido Lightyear, traducible por año-luz y que, vaya por delante, ni es unidad de tiempo, por lo de año, ni lo es de velocidad, por lo de luz.
Se trata en realidad de una unidad de longitud que,
de forma coloquial, definimos como “distancia que recorre la luz en un año”, lo
que viene a ser algo menos de diez billones de kilómetros, o sea, un uno (1)
seguido de trece (13) ceros. Dicho de forma más científica, un año-luz es la “distancia
que recorrería un fotón en un año juliano (365,25 días de 86 400 s), a la
velocidad de la luz en el vacío (299 792,458 km/s) y a una distancia infinita
de cualquier campo gravitacional o magnético”.
En realidad, vuelvo al nombre del personaje, al principio éste fue Lunar Larry hasta que se decidieron por Buzz Lightyear, más científico, técnico y molón, dónde va a parar. Y por supuesto está la frase, molona también donde las haya, que para unos viene a ser una especie de negación de los límites que algunos cometidos humanos tienen, o creemos nosotros que pueden tener, y que nos impiden siquiera acometerlos.
Un
rechazo a nuestra falta de confianza para dar un paso adelante o dos o los que
hagan falta, de ahí “Hasta el infinito y…”, lo que visto así está bien,
la historia (casi) nunca habla de los cobardes. Pero para otros, la cita es más
bien una prueba de la beocia de algunos, mejor, de la estupidez humana. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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