martes, 18 de julio de 2023

DCPS. Calle Telescopio (3)

(Continuación) El 21 de agosto, apenas terminado su segundo telescopio (aumentaba ocho o nueve veces), lo presenta al Senado de Venecia. La demostración tiene lugar en lo alto del Campanile de la plaza de San Marco y los espectadores quedan entusiasmados: ante sus ojos Murano, a 2,5 km, parece estar solamente a 300 m; y desde los edificios más altos se podían divisar navíos tan distantes, que tardarían horas en tocar puerto, una auténtica sensación para todo el mundo.

Entonces Galileo no duda en ofrecer su instrumento y derechos legales de uso a la República de Venecia, muy interesada por las aplicaciones comerciales y militares del objeto, y en recompensa confirma de por vida su puesto académico en Padua y duplica su sueldo. Quid pro quo.

En la universidad paduana (1592-1610): telescopio y astronomía

Pero él no pensaba ni en la guerra ni en el comercio, tenía una misión más alta y revolucionaria para su instrumento: ni más ni menos que utilizarlo para observar los cielos, una aplicación que dio un giro de 180 º a su vida.

En este sentido quizás convenga destacar que no todos los telescopios fabricados por el pisano fueron útiles, al menos para la observación astronómica; en realidad su calidad era muy variable de uno a otro y él mismo reconoce, en marzo de 1610, que entre los más de sesenta telescopios que había construido, solamente algunos eran satisfactorios para este fin.

Pero los que servían -unos telescopios de refracción, con lente convexa delante y una lente ocular cóncava- permitieron ver al físico lo que nadie hubiera imaginado nunca, ni en nuestro único satélite ni más allá; unos descubrimientos que lo convirtieron en el ‘padre de la astronomía moderna’.

1. Observaciones astronómicas galileanas: Luna y nuevas estrellas

Así, en noviembre de 1609, al observar la Luna con uno de los telescopios descubre en su superficie montañas (de las que hace incluso estimaciones de sus alturas) y cráteres, es decir, la misma desigual geografía que existe en la terráquea; también ve manchas que interpreta como producidas por las sombras de “las crestas de las montañas y los abismos de los valles”.

Al igual que la superficie solar, la lunar no era ni lisa ni brillante ni perfecta, nuestro único satélite no era una esfera traslúcida y maravillosa como afirmaba la teoría aristotélica. Los cuerpos celestes eran como la Tierra, estamos ante el principio del fin de esta concepción. ‘Primero que todo, vi la Luna tan cerca como si estuviese apenas a una distancia de dos semidiámetros de la Tierra’. (Continuará)

[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.

[**] El original de esta entrada fue publicado el 06 de marzo de 2023, en la sección DE CIENCIA POR SEVILLA, del diario digital Sevilla Actualidad.

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