[Esta entrada apareció publicada el 20 de enero de 2023, en la contraportada del semanario Viva Rota, donde también la pueden leer]
O trezidavofobia le decía también, una pareja que completo con otros palabros de difícil escritura y pronunciación como ellos que, aunque relacionados etimológicamente por el griego, no significan exactamente lo mismo por lo que los diferencio. Ahí van.
Triscaidecafobia y trezidavofobia, de “trece” y “fobia”, son el miedo irracional
al número 13; trezidavomartiofobia, de “trece”, “martes” y “fobia”, el
temor al martes 13; y collafobia que es la fobia específica al viernes 13, aunque también es conocida por
términos tan imposibles como parascevedecatriafobia (Parasceve o
preparación de la Pascua) y friggatriscaidecafobia (Friday,
“viernes” en inglés, procede del nombre de la diosa vikinga Frigg).
Ya le adelanté algunas características y propiedades científicas del número trece, por lo que vamos ahora con otras que no lo son en absoluto pues pertenecen al mundo de la pseudociencia, la superstición y las credulidades falaces. Todo apunta a que la primera referencia escrita sobre la relación entre la mala fortuna y este número tiene su origen en la mitología nórdica de la era precristiana, que lo identificaba a una deidad maligna llamada Loki propiciadora de la muerte del dios favorito Balder; un mal emparejamiento y una superstición que desde Escandinavia se difundió hacia el sur.
Al parecer ya el poeta griego Hesiodo,
en el VIII a. C., advertía sobre la inconveniencia de empezar la siembra el día
13 del mes, y en el judaísmo también es considerado de mal augurio pues trece
eran los espíritus malignos que, de hecho, la Cábala enumera. Y más
próximo a nuestras creencias, la misma Biblia recoge en el capítulo 13 del Apocalipsis
la venida del Anticristo, un mito que de alguna manera se reforzó con la
‘Última Cena’.
Para muchas personas su número de comensales y los hechos de que, menos de veinticuatro horas después de la misma Jesús fuera crucificado y Judas se ahorcara, es una prueba de la certeza de su mal augurio. Una credulidad que ha llegado hasta nuestros días donde algunos dicen que hay ciudades con calles que omiten el portal 13, hoteles que evitan usar el piso 13 para no incomodar a sus huéspedes y líneas de autobuses en las que no existe ese número.
Lo mismo
cuentan de los asientos de las líneas aéreas, los dorsales de algunos
deportistas o los coches de Fórmula 1 y así ad nauseam. Pero sólo son
credulidades, cuando no engaños, para las que la ciencia no ha
encontrado ni una sola prueba cierta, más bien todo lo contrario. No, ni el
trece ni ningún otro número trae mala suerte, pero es lo que hay, recuerde la
ley de hierro de las pseudociencias, ‘No hay idea estúpida, por más absurda
o inverosímil que parezca, que no encuentre creyentes, seguidores, defensores y
aprovechados’.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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