[Esta entrada apareció publicada el 17 de febrero de 2023, en la contraportada del semanario Viva Rota, donde también la pueden leer]
Los científicos que saben de las cosas del querer lo tienen claro, no es el corazón el que hace que nos enamoremos, son el cerebro y la liberación de sustancias que induce por impulsos electromagnéticos los causantes de mantener, alejar o dejar a la deriva nuestro amor.
Y al parecer existen en él tres etapas que
están controladas por hormonas, así que son ellas en realidad las que
definen nuestro calendario amatorio y amoroso. Ya ve, a eso queda reducido tan
poético sentimiento, a descargas eléctricas y hormonas bioquímicas. Hola
ciencia, adiós corazón.
Primera etapa, la lujuria. Es la del impulso sexual indiscriminado, el puro instinto por el apareamiento perentorio, la atracción sexual genérica que desata la búsqueda de pareja en cualquier acepción del término. En cualquiera, oiga. Es la que hace que vayamos detrás de todo lo que se mueve y, como sé que sabe de lo que le hablo, lo dejo aquí.
Según la bioquímica, esta imperativa búsqueda de pareja sexual viene
propiciada y motivada por dos esteroides: la masculina testosterona y
los femeninos estrógenos. Ellas inician y regulan la etapa y créame, son
unas auténticas maravillas de la naturaleza.
Segunda etapa, el enamoramiento. Es la del amor romántico, ese que nos hace mirar a la otra persona de una forma especial y única porque, sólo vemos en ella lo que tiene de bueno, o creemos que tiene, y ninguneamos lo que tiene de malo o así creemos.
Es la de la atracción sexual selectiva, el verdadero flechazo, vamos. Cuando no piensas en nada más que la otra persona, cuando puedes llegar a perder hasta el apetito y el sueño porque lo único que existe es el ser amado.
En esta fase actúan otras tres hormonas
diferentes: dopamina, adrenalina y serotonina, si bien
antes hay un desencadenante, porque ha de saber que el verdadero enamoramiento
sobreviene cuando nuestro cerebro produce feniletilamina. Sí la del
chocolate. Un asunto de adicciones por lo que se ve.
Tercera etapa, el vínculo. Superadas las dos etapas anteriores, si la relación continúa, aparece esa “ligazón” que mantiene a la pareja unida. Es la de mayor duración y en ella encontramos un cariño y afectividad con la persona amada que, para muchos, roza la amistad. Una etapa que está relacionada con la producción de otras dos hormonas: vasopresina y oxitocina.
Esta última, además de liberarse en el parto y consolidar la unión madre-hijo,
se libera también en los orgasmos y se cree que establece lazos afectivos
cuando intimamos: cuanto más sexo haya, más fuerte será la unión. Dicen que es
la auténtica molécula del amor, aunque vaya usted a saber. Maldita
ciencia, o una de las orteguianas citas: ‘El amor, ese estado de imbecilidad transitoria’.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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