[Esta entrada apareció publicada el 13 de enero de 2023, en la contraportada del semanario Viva Rota, donde también la pueden leer]
De los tiempos bachilleres recordará que el trece es el número natural que sigue al doce y precede al catorce, siendo su ordinal decimotercero/a y su partitivo treceavo/a, unos términos que conviene no confundir como en su momento hiciera cierto ministro “logsero” que recordar no quiero.
Un número natural perteneciente
al conjunto de los enteros positivos que, como cualquier otro, nos sirve
en la vida cotidiana para contar u ordenar los elementos de un conjunto de lo
que sea: un conejo, dos conejos, tres conejos, ..., trece conejos. Un número
que desde el punto de vista aritmético tiene unas propiedades que quizás haya
utilizado en algún momento, le levanto algunas.
Si tiene ya una edad, seguro que recuerda de memoria su cuadrado, 169, como el de 11 es 121, el de 12 es 144, el de 14 es 196 y el de 15 es 225. Otros tiempos de escuela. Además, es el sexto (6.º) número primo después del once y antes del diecisiete (2, 3, 5, 7, 11, 13, 17, ...) y, ya que va de primos, resulta que es la suma de otros dos, 2 + 11.
Por otro lado, 13, es lo que mide la hipotenusa de un triángulo rectángulo de catetos 5 y 12, trece son los sólidos de Arquímedes y, perdone la deriva profesional, 13, es el número atómico del elemento químico aluminio, de símbolo Al.
También
es el octavo (8.º) término de la sucesión de Fibonacci, después del ocho
y antes del veintiuno (1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144, 233, 377, …),
de la que es probable recuerde se trata de una serie infinita de números
naturales que comienza con los números 1 y 1, y a partir de estos, cada término
es la suma de los dos anteriores, es decir: 1+1 = 2; 1+2 = 3; 2+3 = 5; 3+5 = 8;
5+8 = 13.
Y su importancia radica en que tiene numerosas aplicaciones en computación, matemáticas y teoría de juegos, además de aparecer en numerosas configuraciones biológicas. Desde las ramas de los árboles y la disposición de las hojas en el tallo, hasta la flora de la alcachofa y las inflorescencias del brócoli romanesco.
Estos números fueron descritos por Leonardo de Pisa, matemático italiano del siglo XIII conocido como Fibonacci y, a propósito de los dos números uno que encabezan la sucesión, cuenta una leyenda que todo empezó con una pareja de conejos. Sí, esos animales de los que dicen que poseer una pata suya trae buena suerte.
Algo que no se dice precisamente de nuestro número, ¿por qué lo
asociamos con la mala suerte? ¿es gafe el 13? Lo sea o no, sepa que esta superstición tiene nombre, triscaidecafobia
o trezidavofobia.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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