miércoles, 21 de enero de 2015

“Existe el peligro de que un hombre ignorante pueda fácilmente aplicarse...” (A. Fleming)


Dejo la cita que intitula la entrada a medio empezar aun a riesgo de, uno, ser irreverente con ella, este año cumple el setenta (70) aniversario de su pronunciamiento y, dos, dejarle a usted un poco en ascuas.

Sencillamente es una pequeña licencia expositiva que me tomo y que subsano a no tardar. Vamos que me pongo a ello inmediatamente.

Y lo hago retrotrayéndoles a primeros de mayo pasado, cuando los medios de comunicación publicaron una noticia inquietante: habían saltado los primeros indicadores sanitarios, sobre la proliferación de bacterias resistentes a los antibióticos.

Al parecer, por los datos obtenidos, de su tratamiento, análisis y posterior interpretación, la proliferación era tal que amenazaba con frenar los futuros avances previstos en salud. Algo que dicho así, ya suene preocupante.

Y como tal lo hacía constar un primer informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para, prácticamente, todos los países del planeta.

En sus propias palabras: “Los datos son muy preocupantes y demuestran la existencia de resistencia a los antibióticos, especialmente a los utilizados como último recurso, en todas las regiones del mundo”.

Se podrá decir más alto, es posible. Pero no más claro, eso seguro.

Alerta sanitaria
Según este organismo dependiente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y especializado en gestionar políticas de prevención, promoción e intervención en salud a nivel mundial, pintan bastos.

De no poner mejores remedios a la hora de prevenir las infecciones, y si no cambiamos el cómo producimos, prescribimos y utilizamos los antibióticos, toda la humanidad sufrirá, en mayor o menor medida, una pérdida progresiva de los actuales bienes de salud pública mundial.

Una merma que, en algunos países, traería consigo unas repercusiones devastadoras. Caución.

Como ya se puede imaginar, la resistencia a los antibióticos no es que sea una problemática sanitaria nueva, ni mucho menos. Lo que sí es novedoso, y por eso viene a este enrocado negro sobre blanco, es que se trata del primer intento de cuantificación de dicha proliferación de bacterias y otros microorganismos.

Un poner números a las letras que ha traído una primera y llamativa sorpresa.

Cuestión de números
Resulta que para la elaboración de este estudio la OMS pidió, a los ciento noventa y cuatro (194) países que son miembros de la organización, que le enviaran los datos más recientes que tuvieran sobre la extensión de una, manita mal contada de bacterias de las más frecuentes.

Bueno pues sólo ciento catorce (114), es decir un cincuenta y nueve por ciento (59%) de ellos, manifestaron tener información acerca de, alguna de las bacterias sobre las que se les preguntó.

Una ignara y preocupante situación, máxime estando como estamos en los albores del siglo XXI.

No obstante, y a pesar de la limitada información recogida, se pudo llegar a una conclusión. La de afirmar sin temor al error, que las formas más resistentes de estas bacterias, es decir las peores, están ya extendidas por todo el mundo.

He resaltado lo de peores porque, este trabajo mundial sobre resistencias de un grupo de bacterias se ha realizado en el estadio de su tratamiento más avanzado.

Quiero con esto decir que, después de él, las bacterias empiezan a ser muy difíciles de tratar. (Continuará)



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