(Continuación) Y continúa el texto de L’Atmosphere: ‘...Un misionero de la Edad Media incluso nos decía que, en uno de sus viajes en busca del paraíso terrenal, había alcanzado el horizonte donde la Tierra y el Cielo se encuentran, y que había descubierto un cierto punto donde no se unían y donde se podía pasar por debajo del techo de los cielos... ¡Y aun así esta bóveda no tiene, de hecho, existencia real!
Una idea que, como le adelantaba
en la entrada anterior, no tiene nada de novedosa pues ya nos pone en su pista nada
menos que el gran Isaac Newton (1643-1727), en la segunda mitad del siglo XVII. Cosa
seria oiga.
De Gravitatione et aequipondio fluidorum (1664-8)
O “Sobre la gravitación y el equilibrio de los fluidos”, un breve manuscrito en latín donde Newton nos indica que “el espacio se extiende infinitamente en todas direcciones, puesto que no podemos imaginar ningún límite sin al mismo tiempo imaginar que hay espacio más allá”.
Ignoro qué pensará usted pero, en
mi más que prescindible opinión, pocos textos en la historia de la ciencia y la
filosofía tienen el nivel de indeterminación interpretativa de éste, que versa entre
otros temas, ya lo ve, del concepto de espacio absoluto.
No vamos a entrar en la deriva de
esta controvertida cuestión, que iría más allá de mis pretensiones y posibilidades,
pero sí puntualizaremos que la antañona
idea de que no existe espacio fuera de la esfera de las estrellas fijas, le recuerdo
que es cuando menos aristotélica, ya contaba con detractores y había sido
atacada desde su mismo origen.
Más allá del universo
En fin, que en pleno siglo XXI el misterio continúa ante la falta de respuestas probadas, y la fascinación por esta imagen sin título ni autor sigue aumentando, lo que no es óbice para que esta manita de enrocadas entregas, llegue a su fin. En el ínterin queda su noción de infinito y la imagen de un viajero que se asoma más allá del presunto límite del universo.
Una inquietante pareja que,
si lo piensa, nos retrotrae a una especie de traducción visual del argumento
cosmológico del célebre polímata griego Arquitas de Tarento (430-360) y su
báculo extendido cuando se encontraba en el confín del cielo. Pero no, no se alarme,
no voy a tomar esa nueva derivada, pues quiero recoger al menos un par de flecos
que he dejado sueltos en el hilván de esta costura.
Uno el del terraplanismo
que no lo he olvidado y otro, por supuesto, el causante de todo esto, uno de
los divulgadores más importantes y excéntricos de la ciencia de finales del
siglo XIX e inicios del XX, ¿quién fue Camille Flammarion?
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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