sábado, 22 de abril de 2023

DCPS. Campus universitario ‘Ramón y Cajal’ (1)

(Continuación) Entendido el término campus como conjunto de terrenos y edificios que pertenecen a una universidad -del latín campus, “llanura”- este recinto, ubicado en el barrio de Nervión (41018) y comprendido entre las calles Barrau y Camilo José Cela y las avenidas Ramón y Cajal y San Francisco Javier, alberga en la actualidad las facultades universitarias de Turismo y Finanzas, Filosofía, Ciencias Económicas y Empresariales, y Psicología.

Y como ve lleva el nombre de nuestro primer laureado en ciencias Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), Premio Nobel en Medicina y Fisiología de 1906, siendo el tercer reconocimiento sevillano en esta tribuna periodística dedicado al científico navarro, tras la avenida homónima y la cartela de la fachada del Laboratorio Municipal de Sevilla (II).

Razón por la que dedicaremos estas líneas a comentar otras facetas suyas quizás menos conocidas, pero no por ello menos interesantes, siguiendo para ello un orden más o menos cronológico.

'El niño demonio'

Fue hijo de Antonia, una tejedora, y de Justo, un pastor analfabeto que a los 16 años aprendió a leer y escribir por sí solo, se doctoró en Medicina con más de cincuenta años gracias a su prodigiosa memoria, y llegó a ser un médico de reconocido prestigio. Desde pequeño, Santiagüé, fue muy revoltoso y desorganizado, andaba siempre metido en peleas y era un mal estudiante incapaz de concentrarse en clase.

Unas circunstancias por las que, ya se lo imaginará, recibió no pocas reprimendas y castigos de su padre y profesores, especialmente de aquél que le llamaba 'el niño demonio', de modo que repasar su infancia y juventud es como asistir a un duelo entre padre e hijo, entre el sentido del deber del adulto y los deseos impulsivos del niño. En definitiva, entre la ciencia y el arte, verá por qué le digo esto.

El arte porque, si algo había que de verdad le gustara al niño, eso era dibujar, y lo hacía a todas horas del día y la noche, acerca de cualquier temática (rocas, flores, árboles) y sobre todo tipo de superficie (folios, libros, tapias o puertas). Y la ciencia porque el padre solo deseaba que su hijo abandonara el dibujo, abrazara los libros de texto y siguiera sus pasos profesionales; casi lo que querría cualquier padre.

Loco por el dibujo

Pero tal era la determinación del niño que, con la inocencia de los diez años, se enfrentó a su progenitor y le dijo que quería ser artista profesional, nunca lo hiciera. Don Justo, que consideraba el arte como “una enfermedad de la voluntad, un defecto del desarrollo”, le quemó todo su material de dibujo, le castigó, humilló, internó y hasta pegó. Mas fue inútil.

Así que, pasado un tiempo y cambiando de estrategia lo puso a trabajar, primero, como aprendiz de barbero y después de zapatero remendón, un trabajo manual que le gustó y al parecer se le daba bastante bien, tanto, que con las propinas se podía comprar folios y lápices para dibujar a escondidas. (Continuará)

[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.

[**] El original de esta entrada fue publicado el 26 de diciembre de 2022, en la sección DE CIENCIA POR SEVILLA, del diario digital Sevilla Actualidad.

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