viernes, 21 de septiembre de 2018

Dos cortes de leche. Cortado bioquímico (2)

(Continuación) O los pronunciamientos de los médicos, poetas y filósofos andalusíes Ibn Khatima (1324-1369) y Ibn al-Jatib (1313-1374), cuando la peste negra (peste bubónica) alcanzó al-Ándalus en el siglo XIV, sobre el hecho de que las enfermedades infecciosas eran causadas por entidades contagiosas que penetraban en el organismo humano. Todo un alarde de videncia microscópica.
Sin embargo, por obvios y evidentes motivos científico-técnicos, dichas entidades bióticas no pudieron ser observadas e identificadas hasta bien avanzado el siglo XVII.
En concreto lo realizó en 1683 el comerciante holandés Anton van Leeuwenhoek (1632-1723), utilizando un microscopio de lente simple que había diseñado él mismo. Por su diminuto tamaño las bautizó con el término de animálculos y se apresuró a comunicarlo en una serie de cartas que envió a la Royal Society de Londres.
No en vano el neerlandés es conocido y reconocido en toda la comunidad científica, y con razón, como el ‘padre de la microbiología’.
Paréntesis bacteriano. Desarrollo
Por completar el inciso, que no ha salido tan breve como me lo planteé ayer, digamos que este organismo unicelular, la bacteria, es el más simple y abundante de todos los que conocemos y puede proliferar en ambientes de lo más diversos: tierra, agua, materia orgánica, plantas y animales.
Y su importancia en los ecosistemas terrestres es vital ya que forma parte de numerosos ciclos naturales (nitrógeno, carbono, fósforo), siendo extraordinaria su capacidad para transformar sustancias orgánicas en inorgánicas y viceversa.
Porque no conviene olvidar que la mayoría de las bacterias son benignas e incluso necesarias, y de hecho son simbiontes en los seres humanos y otros organismos donde proliferan. Sólo por poner unos ejemplos, en el tracto digestivo bullen alrededor de unas mil especies bacterianas encargadas de sintetizar diversas vitaminas como el ácido fólico, la vitamina K y la biotina.
Y otras muchas especies son casi imprescindibles en la descomposición de la materia tanto animal como vegetal. Una labor que se complementa con el hecho de que esta flora intestinal, sólo con su mera presencia inhibe el crecimiento, por exclusión competitiva, de bacterias potencialmente patógenas para el organismo humano.
Y naturalmente lo que ya sabe. Hacen fermentar los carbohidratos complejos indigeribles y convierten los azúcares de la leche en ácido láctico, como es el caso de las Lactobacillus, lactobacilos o bacterias del ácido láctico.
Un género de bacterias Gram positivas anaerobias aerotolerantes, en el que la mayoría de ellas convierten a la lactosa y a algunos monosacáridos en ácido láctico, estamos hablando de la fermentación láctica. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.



1 comentario :

samuel dijo...

muy completo y bien explicado