Así me interpelaba hace unos días, justo el Día Internacional de la Mujer, una amable lectora del blog. Curiosamente
me apremiaba por la respuesta, pero sin llegar a exponerme la razón de la prisa.
Lo que no es que esté mal, pues sabido es lo de pedid y se os dará.
Por nuestra parte y dado que nacimos con vocación de servicio divulgador -este
año si Dios quiere cumpliremos un decenio de Enroque de Ciencia, nuestro primer decenio-, hemos pergeñado
una respuesta.
Una rápida y prontuaria respuesta, aunque dejando la puerta abierta para
una posterior ampliación. Empiezo con ella suponiéndoles al tanto de la
situación.
Todos sabemos del importante papel que juegan en la cotidianidad de
nuestras vidas los cajeros automáticos
de los bancos. Gracias a ellos podemos retirar dinero, realizar transferencias y
otras operaciones bancarias que ustedes bien conocen.
Sin embargo, como tampoco ignoran, a diferencia de otros sistemas como el
pago online o la banca electrónica, en este caso que nos trae, el usuario de la
tarjeta bancaria sólo tiene que introducir cuatro
(4) dígitos del código PIN.
Y es que sea ésta de débito y de crédito, el uso de la mayoría de las tarjetas
existentes exigen de este código numérico para demostrar nuestra identidad. Un
número que a muchos les puede parecer insuficiente, a la hora de proteger al
usuario de la tarjeta, de posibles robos.
Si es así, ¿por qué entonces sólo cuatro (4)? ¿Por qué no poner más? Es
más, ¿por qué cuatro dígitos y no tres o cinco?
Como tengo para mí que quizás
esta respuesta no sea sabida por todos, he aquí una breve explicación de la
historia del número de dígitos de la tarjeta. Recuerden, vocación de servicio.
Historia
del número de dígitos. Primero fueron seis
Una historia de la que han de saber que tiene lugar en el Reino Unido, pérfida Albion, ocurre intramuros, comienza
con una queja y, por cierto, está de aniversario.
Veamos. Con intramuros quiero decir que tiene lugar en el interior de un
hogar, en particular en el formado por el matrimonio de Caroline y John. Y más concreto
sucede mientras él estaba sumergido en la bañera de su casa. Cuentan que fue cuando
cantó ¡Eureka!
En fin, ya saben. Si los cuartos de baño hablaran.
El John de la historia no es otro que el escocés John Shepherd-Barron (1925-2010), inventor pionero en la década de
los años sesenta del siglo pasado del cajero
automático. Un aparato para el que desde un principio, en su diseño, había incorporado
un sistema de seguridad e identificación.
Uno constituido por un código de seis
(6) dígitos. Como bien saben, lo adelanto por tanto, en cuanto al número que
lo formaban, su plan original no funcionó.
De la queja, es la intrahistoria parental del asunto, les diré que se la presentó
ella a él. Lo hizo cuando le pide que utilice la tarjeta para extraer dinero
del cajero automático, usando una clave secreta númerica de seis guarismos. Ni
uno menos, ni uno más.
Y lo del aniversario, lo único que tengo que decir es que no es más que mero
oportunismo temporal de quien esto escribe. El invento del cajero está datado
en 1967, luego celebramos en este año del Señor su quincuagésimo aniversario (50º).
Ahora que lo he escrito, me refiero al año 1967, comprendo el apremio con
el que me urgía Laura, que es el
nombre de la lectora que me escribió, para que le diera una respuesta. Sin duda
es conocedora que no siempre ando presto en dar las respuestas. (Continuará)
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