viernes, 20 de mayo de 2016

Mujeres inventoras (y 3)

(Continuación) De las primeras patentes españolas femeninas, por suerte, sabemos algo más. Pero se trata de un campo de investigación en el que queda aún mucho por hacer y no dejan de surgir novedades.

La primera mujer en obtener en España una patente de invención fue Francisca Jaquinet, viuda y vecina de Madrid aunque de nacionalidad francesa.

Data de 1826 y por ella se le concedía en exclusiva durante cinco (5) años, la introducción en nuestro país de lo que se denominaba ‘Máquina de chimenea económica’.

Hasta donde he podido averiguar, una especie de estufa doméstica que su difunto cónyuge había inventado en el país galo, como así se puntualiza: “inventada por su difunto marido”.

Tras ella y a cuentagotas, van apareciendo los reconocimientos a otras inventoras:

En 1847 tenemos otro privilegio femenino, en este caso para la fabricación de ‘Pomada para curar enfermedades de los ojos’, a nombre de Josefa Ferrer y Masjoan.

Y en 1865 es Fermina Orduña la que consigue la concesión sobre un carruaje especialmente diseñado para la venta al público de leche de burra, vaca o cabra.

Carmen Fábregas
, en 1878, registra y obtiene una licencia de patente por un “Aparato titulado Dactílago que asegura educar los dedos en la enseñanza del piano”

Y por supuesto Ángela Ruiz Robles (1895-1975), quien el 7 de diciembre de 1949 sacaba la patente nº 190.698 para su 'Enciclopedia Mecánica'.

Se trataba de un artefacto con una serie de cintas de texto e ilustraciones que se podían ver, al pasarse mediante unos carretes bajo una lámina transparente y con cristal de aumento. Disponía además de luz propia para poder leer en la oscuridad y sonido.

Tras lo descrito es razonable que se la considere como la precursora del libro electrónico.

De “Doña Angelita” sabemos por estos predios ya que el pasado 28 de marzo, el buscador Google le dedicó un doodle con motivo del ciento veintiún (121) aniversario de su nacimiento.

Y hasta aquí. Todos ellos y los muchos más omitidos, forman parte también del legado de las mujeres inventoras.

Sobre las que el gran Voltaire no anduvo muy fino cuando se permitió decir aquello de: “Ha habido mujeres sapientísimas, lo mismo que guerreras; pero nunca ha habido mujeres inventoras”.

Estaba equivocado. Pero hasta el mejor escribano echa un borrón.

Por cierto que en breve les traeré una historia sobre inventoras de las que me gustan. En ella se juntan ciencia y arte. Más en concreto química y música. Además lo protagonizan una madre y su hijo.

Comprenderán que con esos nexos no la puedo desperdiciar.

De despedida y a modo de pistas, les dejo con estas dos expresiones: “Mistake Out” y “I’m a believer”. Una relativa a la madre y la otra al hijo.



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