Una figurativa expresión, la de Navaja de Occam, bajo la que se encuentra un principio metodológico y filosófico, también conocido como Principio de economía o de parsimonia, el latino lex parsimoniae.
¿Qué dice la Navaja de Occam?
Atribuido al fraile franciscano, filósofo y lógico escolástico inglés Guillermo de Ockham (1280-1349) viene a decirnos que, “en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla es la que suele ser la correcta”.Es decir, que si tenemos más de una hipótesis en las mismas circunstancias y con las mismas consecuencias, la más simple es la que tiene más probabilidades de ser la cierta.
Trato de decirles que si vemos un árbol achicharrado caído en tierra, lo podríamos explicar bien pensando en la natural caída de un rayo, por ejemplo.
O bien imaginando que se ha debido a la conspiranoica acción de un oculto laboratorio, dependiente de un ultrasecreto programa de fabricación de armas, creadas gracias a la avanzada tecnología energética suministrada por algunos de los extraterrestres, que ciertos gobiernos tienen prisioneros y a buen recaudo.
En fin, ya me entienden, a lo “Coronel Tapioca”.
Yo, ni que decirles tengo, me quedo con la más simple, con la descarga eléctrica y su energía electromagnética. Qué quieren, soy hombre de pocas luces. Casi como las de un jilguero.
Un CSI para el jilguero de San Pedro
Les dije que la desaparición podría haber venido ‘vía photoshop’. Y la verdad es que tenía toda la pinta. Sin embargo, la autentificación de una hipótesis científica viene de la mano de las pruebas empíricas. De modo que hay que seguir su rastro.O sea, que hay que acudir al paño cerámico y verlo in situ. Lo que de toda la vida de Dios ha sido la matemática “prueba del nueve”.
Y aquí es donde el velo del misterio empieza a envolver a la leyenda pajaril.
Porque la verdad es que, a simple vista, desde el suelo, al pájaro no se le veía. Aparentemente ya no estaba allí. Tan cierto como se lo estoy diciendo y pueden ver en la imagen que les acompaño.
Un asunto inquietante donde los haya.
Estamos hablando de una historia, liada en una leyenda y envuelta en un misterio, que empezó a provocar no sólo un comprensible revuelo en el mundillo esotérico de la ciudad (buenos son ellos para estas cosas), sino una honda preocupación entre la soltería sevillana.
Porque, pónganse en el lugar de estos últimos ¿A dónde van a acudir ahora, estas almas de Dios, para tener la total garantía de casamiento que les ofrecía el pájaro de San Pedro?
Bueno, el pájaro o la pájara. Lo digo por lo del dimorfismo sexual.
Si es estando vivo el animal, y no resulta fácil distinguir a un jilguero macho de uno hembra, mucho menos debe serlo si está dibujado en el azulejo.
Pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión. En la que estamos, lo que importa es que las hipótesis explicativas sobre la desaparición no tardaron en aparecer.
Hipótesis explicativas
Iban desde la que apuntaba a que, debido a la reciente restauración de la torre, el azulejo había sido desmontado y cambiado por otro. Hasta la de que había sido robado por alguien y sustituido rápidamente por la Hermandad, de ahí el error en la reproducción. Pasando por una intermedia según el cual, la hermandad propietaria estaba restaurando ese fragmento y, mientras, había puesto un sucedáneo de ejecución no muy cuidada.
En cualquier caso, todas apostaban porque el jilguero había volado.
Y resultó que no. Que de eso, nada de nada. Pero vamos, que conste que las hipótesis apuntadas no eran malas soluciones “navajeras”.
Sin embargo, seguía haciendo falta aportar el valor de la prueba, para transformar una de esas hipótesis en teoría. Y la prueba no aparecía. Por lo que hubo que acercarse más al objeto de estudio.
Y cuando digo más, lo digo en sentido literal.
El jilguero que nunca se fue
Porque al final resultó que el pajarito nunca se había ido, siempre estuvo ahí. Visto de cerca el azulejo, subido en una escalera, al jilguero de San Pedro simplemente lo habían tapado con una pegatina.Así que ni voló, ni fue robado. Siempre había estado ahí, aunque no a la vista. Alguien había colocado sobre él una muy elaborada pegatina, que reproducía al milímetro la cenefa en la que reposaba el ave con su secuencia de hojas de acanto.
Lo único que la delataba era el tono del color empleado, ligeramente más suave que el original. De ahí que desde el suelo fuera del todo imperceptible. Como pueden ver, la solución al enigma está en la misma dirección que apunta el antañón principio navajero de Ockham.
Así que la historia liada en un principio en una leyenda y envuelta después en un misterio nos viene ahora, tapada por una pegatina disimuladora. Un papel pintado del que desconocemos tanto a su autor, cómo, la razón que le indujo a hacerlo.
¿Quién y por qué lo hizo? ¿Mira que si, al final, termina siendo todo un fraude?
1 comentario :
Muy ingenioso el planteamiento de la "desaparición del pájaro de San pedro".
Enhorabuena por el blog y los programas de radio
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