martes, 30 de julio de 2013

¿Quién inventó las gafas de sol? (1)


Consideradas en los últimos cien años como un insustituible complemento de moda y un componente crucial en la protección contra las radiaciones solares, de este invento llaman la atención varios detalles.

Por ejemplo, sorprende saber que las gafas de sol no nacieron precisamente ayer. Hay quienes piensan que su antigüedad se remonta a más de nueve siglos. Que es mucho tiempo.

Aunque ha de saber que no son pocos los que lo tratan como un pensamiento discutido y discutible.

También sorprende el hecho de que se inventaran con un fin, bien distinto al que tienen en la actualidad. O no tan distinto, porque todo depende de cómo se mire. Pero no nos adelantemos.

El caso es que su primaria finalidad no tuvo nada que ver ni con la estética de la actual moda imperante, ni con la de protección solar, ni con la de correctora de la vista.

¿Entonces para que se inventaron? ¿Dónde? ¿Por quién o quiénes?

Las gafas ahumadas de juzgar de los jueces chinos (siglo XII)
Sin un padre conocido, reconocido y en singular, todo apunta a que las gafas de sol es uno de esos inventos colectivos de autoría plural y desconocida, que bien pudo nacer en el siglo XII y, al parecer, en tierras lejanas a las nuestras, en China.

Nada claro hay, como pueden ver, en este invento.

Lo que sí está bastante claro es la intencionalidad con la que se hizo. Y era ocultista. Todo apunta a que fueron los chinos los primeros en desarrollar una técnica para pulir y ahumar cristales planos de cuarzo y así oscurecerlos.

Pero no lo hacían para proteger los ojos del sol y que su brillo no les molestara a la vista. No.

Las fabricaban para que fueran usadas por los jueces chinos durante los juicios. Pretendían con ellas resguardar sus miradas, ocultar cualquier expresión o emoción que le produjeran los testigos y permanecer impasibles ante sus declaraciones.

Su finalidad no era otra que la de esconder cualquier evidencia por su parte, sobre el veredicto final. Que nadie pudiera adivinar por la expresión de sus ojos, qué es lo que pensaban o lo que iban a decidir.

Así que no eran unas gafas de sol, en el sentido que hoy tienen.

Como tampoco lo eran de visión, ya que eran de cristales planos. Nada que ver con el instrumento óptico formado por un par de lentes, y que utilizamos para compensar, mejorar y corregir defectos de la vista, como la miopía, el astigmatismo, la presbicia o la hipermetropía.

Aunque es bien cierto que -una vez que estas gafas para la visión fueron introducidas en China, provenientes de Italia hacia 1430-, sus lentes fueron ahumadas y usadas por los jueces, con defectos de visión, mientras impartían justicia.

Pero debe quedar claro que el origen de las gafas ahumadas chinas no está ligado, ni al de las gafas protectoras del sol, ni al de las gafas correctoras de visión. Aunque pronto hubo un nexo con estas últimas.

Pero antes me gustaría dar un breve apunte sobre el cuarzo y su ahumado.

A propósito del cuarzo
Como seguro saben, el cuarzo es un mineral compuesto de sílice, de nombre químico óxido de silicio (IV) o dióxido de silicio y fórmula SiO2. Es una de las formas en las que se muestra este óxido en la Naturaleza.

Se trata, quizás, del mineral más común en la corteza terrestre tras el feldespato, estando presente en una gran cantidad de rocas ígneas, metamórficas y sedimentarias.

Y entre sus aplicaciones se encuentran su utilización en el instrumental óptico, tanto ahumado como sin ahumar.

Una de las técnicas existentes para tal ahumado consiste en someter el cristal al humo de la llama de una vela, o de otro hidrocarburo que arda de modo ineficiente, de forma que una superficie, o ambas, de la lámina de vidrio, quede cubierta de una capa de residuos de humo.

Una de sus aplicaciones ya la conoce. Pero hay más.

Con posterioridad estos cristales ahumados fueron utilizados como un medio para el registro de los trazos de un punzón, en diferentes instrumentos científicos.

Entre las ventajas operativas que presentaban citar la de la facilidad de renovación, ya que bastaba con cubrir de nuevo el vidrio con humo, y la posibilidad que ofrecían de que el trazo obtenido pudiera ser magnificado proyectándolo sobre una superficie adecuada.

Por cierto que una variante de este esquema técnico fue utilizada en el papel ahumado de los primeros sismógrafos.

Pero no siempre los cristales de las gafas se ahumaron. Con el tiempo, después, fueron tintados.



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