viernes, 26 de julio de 2013
¿Nos engañan los termómetros callejeros?
Bueno, ellos no. No me quiero iterar. Sólo son máquinas.
Se engañan quienes no saben que lo que miden, no es la ni la científica temperatura del aire, ni la popular de la calle, sino que es la del sensor que tienen dentro.
Una temperatura que a nadie le interesa y que, por si todo esto fuera poco, no está medida en las condiciones idóneas.
Basta con comparar las circunstancias extrínsecas e intrínsecas de estos objetos urbanos, con las de una garita meteorológica para darse cuenta de ello.
Salta a la vista que en ellos prima la estética y, sobre todo, la economía.
En lo que concierne al entorno es fácil de apreciar que están: en zonas de sol continuo; próximos a edificios; a más de un metro y medio de altura; cerca del asfalto y del paso de coches; etcétera.
Y en lo que concierne a su propia estructura: sus dimensiones son pequeñas para posibilitar una buena ventilación del aire de su interior; el vidrio que lo recubre le hace absorber más radiaciones solares aún; la estructura metálica en la que está construido incrementa aún más esta absorción solar; el color oscuro en el que está pintado tampoco se puede decir que ayude; etcétera.
Es decir no son aparatos ni preparados, ni aislados, ni profesionales. Y su lectura no es fiable ni, por supuesto, oficial.
Por otro lado ignoro si estos acumuladores de energía térmica que son los termómetros urbanos, pasan algún tipo de revisión por parte del INM o de algún organismo competente en cada comunidad autonómica.
O sobre cuál es la fiabilidad de su calibración, o la frecuencia de revisión de su estado de mantenimiento, etcétera.
En cualquier caso espero que estas líneas hayan servido, en primer lugar, para poner algo de freno al sensacionalismo y alarmismo meteorológico de los medios de comunicación. Estos termómetros de a pie de calle no marcan ni la temperatura a la que estamos sometidos ni la sensación térmica que experimentamos.
Y después, para que usted sepa a qué atenerse cuando los mira y no se sienta engañado.
A las cifras que muestren, temperatura que tiene el aire de su interior, le deberá restar dos o tres grados para saber la temperatura del aire de la zona en la que esté, y restar también entre tres y cinco grados para la máxima prevista por Meteorología.
Es decir. Hay una temperatura del aire, de valor científico absoluto; una temperatura de calle, de valor cotidiano relativo (dependerá del lugar); y una temperatura del termómetro, de valor a interpretar con las pautas apuntadas.
PD: A poco que me hayan seguido en el blog, ya habrán detectado que tengo mis peros. Y sabrán que rara vez dejo cerrado un tema.
Sí, por ejemplo, aquél de que nunca se puede coger una cereza sola del cesto, ya que suele arrastrar a otras por el rabillo.
Pues eso es lo que ocurre también con las respuestas en ciencia. Por cada respuesta dada surgen, como poco, dos tres preguntas nuevas. Y revisando el artículo se me ocurren algunas:
¿A qué me refiero con lo de tiempo físico y tiempo psicológico?
¿Qué diferencia hay entre las ciencias Meteorología y Climatología?
¿Cómo se dice, tiempo climático o tiempo meteorológico?
¿Por qué no he diferenciado entre temperatura y sensación térmica?
¿Engañan también durante la noche?
¿Es cierto que la temperatura al sol es prácticamente la misma que a la sombra? ¿Cómo puede ser eso posible?
¿Comprenden por qué me gusta la Ciencia?
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1 comentario :
Las fotos son de Sevilla?
Me gusta como escribe. Enhorabuena
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