martes, 23 de julio de 2013

A. EINSTEIN: UNA BIOGRAFÍA. Senectud (y VI)


Muere Elsa
Entre los ayudantes que tiene en el Instituto de Estudios Avanzados, para sus estudios de la Teoría de la Unificación de Campos, se encontraba el físico polaco L. Infeld (1898-1968), con quien inició, en 1936, una fecunda colaboración editorial.

Además patentó una cámara fotográfica e investigó una descripción de las ondas sonoras por medios magnéticos. De nuevo es recibido en la Casa Blanca por el presidente Roosevelt.

En lo familiar, luces y sombras en este 1936. Alegría. Su hijo mayor, Hans, se doctora en ciencias en la vieja y querida ETH. Tristeza. Sufre la pérdida de dos seres queridos.


El 7 de setiembre, su buen amigo M. Grossmann. El 20 de diciembre, Elsa, su mujer, a los sesenta años, de una corta enfermedad. Unas pérdidas, muy próximas en lo familiar y en el tiempo.

Hans en Princeton
Continúa la colaboración con Infeld. Invita a su hijo Hans a una prolongada visita a Princeton. Éste acepta. Dimite de su puesto y emigra con su familia a los EE.UU. Einstein les espera en el muelle de New York.

La prensa los fotografía, y no parecen cómodos, uno junto al otro. El físico se niega a dar una entrevista, sólo comenta: “Después de todo, la vida privada es la vida privada”. Los tiempos pasan y las costumbres también.

En 1938 publica el libro, de coautor con Infeld, ‘La evolución de la física’, que se convierte en un éxito de ventas.

E = m·c2 en Berlín
Mientras, en Berlín, a finales de 1938, el químico alemán O. Hahn (1879-1968) consigue romper el núcleo del átomo de uranio, bombardeándolo con neutrones (fisión nuclear).

Una reacción nuclear que libera una ingente cantidad de energía -según predecía la ecuación de Einstein (E=m·c2), de 1905- y que podía ser utilizada como arma.

Siete años después se mostraría como una realidad, no sólo posible, sino, lo que es peor, terrible.

Del éxito de este experimento tuvo conocimiento la física Lise Meitner (1878-1968), por mediación de su sobrino el físico austríaco-británico O. Frish (1904-1979) y no tardó en contárselo al físico húngaro-estadounidense L. Szilard (1898-1964), que pocas semanas después del “patinazo” de E. Rutherford, ya había concebido la noción de “reacción en cadena”.

A qué dudarlo, la era nuclear nacía.

Cuando los alemanes se apoderaron de Austria, Lise comprendió que lo mejor era emigrar, como otros muchos, a los EE.UU. Algo parecido debió pensar, e hizo, el físico italiano E. Fermi (1901-1954), cuando las leyes antisemitas llegaron a Italia.

Pero, antes de marcharse, recogió su Premio Nobel en Estocolmo. Todo a su tiempo debió pensar el descubridor de los neutrinos.

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