domingo, 14 de julio de 2013

La ofrenda del higo (y 2)


(Continuación) Pero es que aún hay algo más.

Desde el punto de vista psicológico
Aunque no fuera un higo la fruta ofrecida, ahora, con esta nueva mirada, la escena de la ofrenda, la representación misma de los dos personajes tiene, desde el punto de vista psicológico una nueva interpretación.

Y es que el ojo, ya avisado y malicioso, se percata de detalles que antes le habían pasado desapercibidos. Tanto en ella como en él. Pero vamos, sobre todo en ella. Ya saben cómo somos los hombres. Siempre ellas como causa del pecado y de nuestra perdición.

Y lo dice la Biblia.


Detalles relacionados con la cara de la protagonista, la delicadeza de la entrega del fruto y la posición de su mano. No. No parece que lo del ofrecimiento del higo se vaya a quedar sólo en un tentempié frutero.

Tiene toda la pinta de tratarse de algo más. Quizás sea un preludio del postre del día. Del postre, postre, ya me entienden.

Detalles les decía como, por ejemplo, su cara. Dicen que el rostro de la joven quizás sea del maestro Rubens, lo que podría ser pero que, en estos instantes, no hace al caso.

Ahora lo que nos interesa es fijarnos en la plenitud de su suave sensualidad, en la súplica de su mirada y en la enajenación de su ternura cuando se dirige al, por otro lado, atribulado y delicado joven cazador.

Toda la escena habla de forma explícita de sexual tentación.

No creo que haya nadie que vea en ella, ni atisbo de cualquier transacción económica. Por lo general, no aparecen en esos momentos comerciales las características ya comentadas del rostro. Yo al menos no las he visto

Como por otro lado no conozco ninguna vendedora que ponga esos labios entreabiertos y carnosos cuando ofrecen un higo a un hombre. Ni que su mano, cuando lo coge, lo haga con esa delicadeza. Y mucho menos que aleje el dedo meñique tan gentil y ligeramente, como intentando rozar en la acción, con pudor, la mano del joven.

No. Nada de eso se ve en la vida cotidiana.

Arte, higos, sexo y tentación
Pero en la pintura, vista así, la escena está cargada de sensualidad. Y sin atisbo de desnudo, ni ropaje provocativo. No es de extrañar que en el siglo XVI, el cuadro fuera considerado por muchos como obsceno.

No en vano la analogía del higo con el útero femenino -con lo que le podamos asociar de oculto, húmedo y dulce-, y su función reproductora -con su carga de fertilidad y continuidad de la especie-, acompaña al hombre desde que es hombre.

Y nuestra realidad, no lo olvidemos nunca, está en nuestra mente. Precaución.

De modo que sí. Esta aromática fruta, esencia del verano en su punto álgido de madurez, que es el higo, puede ser que sea algo más que un higo. Todo depende de la higuera desde la que se le mire.

Pero esto no es algo que tenga que decirle a usted. Que seguro estoy, no se ha caído de un guindo. Y tan seguro.

PD: De lo que no estoy nada seguro es del título de la obra pictórica, motivo de análisis. Les agradecería que me ayudaran con el título y año. Favor que pido.


2 comentarios :

Anónimo dijo...

De lo mas interesante estas entradas sobre el higo...

Anónimo dijo...

Muy buen análisis.