¿Por qué se dice 'de higos a brevas'?

Es seguro que en más una ocasión ha oído o utilizado la expresión “de higos a brevas”.

Y tras ella subyace una intuida intención de referirse a algo que ocurre de tanto en tanto o cada bastante tiempo.

Una intuición acertada pero, ¿cuánto tiempo es de higos a brevas? ¿Es lo mismo que el de brevas a higos?

Y claro, ¿por qué se dice de higos a brevas? ¿De dónde procede esta expresión? ¿Qué tiene que decir la Ciencia?

Bien, vayamos por parte, y como siempre pregunta el carnicero de mi barrio cuando tiene el cuchillo en su mano derecha, ¿por dónde le corto?

Con “de higos a brevas”, aproximadamente, estamos hablando de un intervalo de tiempo de unos ocho (8) meses, mientras que la de “brevas a higos” es menor, de tan solo cuatro (4) meses.

Luego no son lo mismo. De higos a brevas pasa más tiempo, ocho meses, que de brevas a higos que son solo cuatro. Y de ahí el dicho, al modo gramatical, de locución adverbial pero, eso sí, con fundamento científico.

¿Qué tiene que decir la Ciencia?

Como todos sabemos higos y brevas son dos frutos de la misma planta, la higuera, de la que existen muchos tipos y que se pueden clasificar atendiendo a distintos criterios. Por ejemplo, según den una o dos clases de frutos al año.

Es decir que produzcan una o dos cosechas anuales. En este caso se las conoce con distintos nombres, y una de ellos es higueras breveras.

Porque dan brevas a principios del verano, en junio y julio, la primera cosecha; y después dan higos sobre finales del estío, en agosto, septiembre y octubre, la segunda.

En realidad las brevas que nos comemos durante el verano se producen en el otoño anterior, pero permanecen en el árbol durante el invierno, madurando al final de la primavera.

De estas fechas higuerillas, dan buena cuenta nuestro refranero popular, cargado de referencias al higo y a la breva: Por San Juan (23 junio) brevas y por San Pedro (29 junio), las más buenas o Por San Miguel (29 setiembre) los higos son miel.

La higuera, ¿es un árbol o un arbusto?

Es un árbol de pequeño porte, o sea un arbusto, cuyo nombre científico es Ficus carica, de la familia Moraceae.

En realidad el género Ficus comprende más de ochocientas (800) especies de plantas y la que tenemos en nuestro salón o jardín, por ejemplo, es una prima hermana de la higuera.

Aunque su origen parece ser que estuvo en el Oriente Medio, a lo largo de la Antigüedad fue expandiéndose por toda el área mediterránea y, hoy en día, se cultiva en muchas regiones del mundo. Buena prueba de ello son los higos fósiles descubiertos, en depósitos terciarios y cuaternarios, en Francia e Italia.

Su relación con el hombre data desde hace decenas de miles de años.

De hecho la agricultura, que comenzó hace más de once mil (11 000) años, lo hizo precisamente con la higuera, adelantándose de este modo en unos mil (1000) años al cultivo del cereal y en, aproximadamente, cinco mil (5000) años al resto de árboles frutales.

Se sabe que los frutos de la higuera eran ya muy apreciados por los egipcios hace siete mil (7000) años. En concreto, en un yacimiento del valle del Jordán se han descubierto restos de higos con una antigüedad de más de once mil (11 000) años.

Del mismo Hipócrates (460-370aC), considerado por muchos como “Padre de la Medicina”, sabemos que la utilizaba con fines salutíferos. En particular los recomendaba para calmar la fiebre.

Durante siglos y en diferentes culturas, se han utilizado multitud de preparados con él, para curar catarros, aliviar el dolor de garganta, etcétera.

Para el filósofo griego Platón (427-347aC), discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles, era su fruta preferida; tanto es así que se la conoce como la fruta de los filósofos.

Y el médico griego Galeno (130-200), cuyas enseñanzas dominaron la medicina europea a lo largo de más de mil años, los recomendaba en la dieta de los atletas.

Y hablando del higo, ¿es cierto que, en contra de lo que se piensa, el higo no es un fruto?