martes, 5 de febrero de 2013

El beso de la vida (1)


Seguro que ha reconocido al muñeco de la imagen.

Es un maniquí de reanimación cardiopulmonar (RCP) o reanimación cardiorrespiratoria (RCR), sobre el que realizar ese conjunto de maniobras destinadas a asegurar la oxigenación de los órganos vitales, cuando la circulación de la sangre de una persona se detiene súbitamente.

Un aprendizaje que todos deberíamos realizar, ya que puede salvar vidas.

Está demostrado que el manejo de esta técnica duplica las opciones de superar un paro cardíaco. Una cuestión nada baladí y que algunos centros de enseñanza secundaria incluyen entre sus actividades.

Pero no voy a hablarles de la técnica salvadora, sino del muñeco con la que se practica y de su cara. Una historia conocida que tiene una intrahistoria que no lo es tanto. Vamos con la historia de la técnica.

Respiración boca a boca 
Fue a finales de los años cincuenta del siglo pasado, cuando el médico austríaco Peter Safar (1924-2003), junto con su colega James Elam, desarrolló un método de respiración boca a boca, que años más tarde se combinaría con la técnica de presión intermitente en el pecho.

Entre ambos conforman el método de primeros auxilios de estimulación cardiopulmonar tal y como lo conocemos hoy en día.

Con posterioridad, en los años sesenta, se constataron y describieron las ventajas de la compresión torácica para provocar la circulación artificial, y el propio Safar estableció el protocolo de la RCP, que pronto fue aceptado por la Asociación Americana del Corazón.

Sin duda alguna Peter Safar fue un pionero en medicina de emergencia y su idea ha salvado, y sigue salvando, muchas vidas humanas.

Hasta aquí lo prometido de la técnica. Vamos con el maniquí.

Resusci Anne
La historia del maniquí comienza cuando nuestro hombre tuvo una nueva idea. Pensó en fabricar un muñeco con el que sus alumnos pudiesen practicar su novedosa técnica. Y se lo encargó a un fabricante de plásticos noruego, el juguetero Asmund Laerdal, quién se planteó qué cara le pondría.

Tenía claro que era muy importante motivar a los futuros socorristas y médicos, con un rostro que fuera lo más parecido a una persona con síntomas de asfixia. Una apariencia realista que terminó encontrando.

En 1958, el maniquí con su cara estaba creado y, desde 1960, se ha usado en tantos cursos de RCP, que ha sido llamado por algunos “el rostro más besado de todos los tiempos”. Y con toda razón.

Aunque su nombre oficial fue Resusci Anne, ‘Reanimación Ana’. Lo que nos lleva a la intrahistoria de la historia, ¿por qué reanimación? ¿quién es o fue Anne?

“L' Inconnue de la Seine”
La intrahistoria empieza casi un siglo antes con un titular de periódico: ‘La desconocida del Sena’.

Ése es el titular de la noticia con la que una mañana de finales de la década de 1880, los parisinos se desayunaron. Según cuentan las crónicas, los empleados públicos recuperaron del río Sena, en el Quai du Louvre, el cadáver de una desconocida que apareció flotando sin signo alguno de violencia.

Lo que hizo pensar que se trataba del cuerpo de una suicida. Una joven suicida ya que, por la firmeza de su piel, no superaba los 16 años. Una niña casi.

Siguiendo la costumbre de la época, sus restos fueron expuestos en la morgue, por si alguien la reconocía. Pero el tiempo pasó y nadie reclamó su cuerpo, ni la ciencia pudo saber nada más de ella. Un cuerpo sin identificar que, sin embargo, a pesar de su anonimato, ha pasado a la inmortalidad.

Y buena parte de culpa en esa inmortalidad la tienen, tanto su belleza, como su enigmática sonrisa que hicieron que, ya desde los primeros días, se formaran largas colas para admirarla.

Tal notoriedad adquirió que un empleado de la funeraria, fascinado por la perfección de sus rasgos y misteriosa sonrisa, hizo un molde de su cara. Una máscara mortuoria que hizo furor como objeto de decoración. (Continuará)


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