Juventud y relatividad
Fue en Aarau donde Einstein escribió su primer ensayo científico: “Sobre el examen del estado del éter en los campos magnéticos”. Trataba de las interrelaciones entre la electricidad, el magnetismo y el supuesto éter. Se lo mandó a su tío de Stuttgart en la primavera de 1895. El joven de pelo negro y ensortijado ya prometía.
Con posterioridad, Einstein recordaría que fue entonces, a los dieciséis años, cuando se topó, por primera vez, con la extraña paradoja.
¿Qué pasaría con la luz, si me moviera junto con ella a su misma velocidad?
¿Qué impresión causaría?
¿Cómo perseguir a un rayo de luz? Por supuesto no obtuvo respuesta. Nadie la tenía en esa época. No en vano, en ese reflexivo experimento mental estaba el germen de la Teoría de la Relatividad Especial (TRE).
Hubo que esperar diez años para tener una respuesta satisfactoria, y fue el propio Einstein quien la encontró. (Relatividad para niños: El tiempo pasa más despacio en un vehículo que se mueve a toda velocidad).
Mal que bien acabó su etapa de estudios secundarios. Empezaban nuevos tiempos. Es el primero sentado de la izquierda, en la fotografía de la Promoción de Aarau de 1896. Se le ve relajado.
Cuando se rompe el amor
A comienzos de 1896, Albert Einstein, se convirtió en apátrida al serle admitida su petición de pérdida de la nacionalidad alemana. Le costó tres marcos tramitar la documentación y estuvo cinco años sin ella. En el otoño de ese mismo año, aprobaba el examen del I.F.T., por lo que tuvo que trasladar su residencia a Zurich. Se precipitaba así el principio del fin de su relación con Marie Winteler, que también tuvo que desplazarse a una ciudad del norte, donde había obtenido una plaza de maestra.
Einstein aprovechó esta separación física para enfriar la relación. No le escribía durante largos períodos de tiempo, aunque no por ello dejaba de enviarle su ropa sucia para que se la lavara y devolviera por correo.
Curiosa forma de entender cómo se enfría una relación que -si bien continuó durante un tiempo, debido claro está al amor de Marie- tenía sus días contados. Einstein ya había fijado su atención en una compañera de clase, una tal Mileva Maric (1875-1948).
De hecho fue en la primavera del primer curso en Zurich cuando cortó, ya de manera formal, su relación con Marie. Quien se sumió en una profunda depresión de la que tardó en salir. Murió en un manicomio en 1957, dos años después que lo hiciera Einstein.
Una joven serbia, casi cuatro años mayor que él (de nuevo se siente atraído por una mujer mayor) y coja de la pierna izquierda, pero a la que su inteligencia y determinación hacían brillar, de forma especial, sus grandes, oscuros y profundos ojos.
Era la única mujer que se matriculó en la sección VI A de la Escuela, que contaba con sólo cinco alumnos. Uno de ellos era Albert Einstein: atractivo, alborotador y carismático, pero que quedó fascinado por “su querida muñequita”.
En ella, el científico encontró la compañera perfecta con la que estudiar, a la que confiar sus ideas, con la que asistir a los conciertos y, sin duda, a la primera persona que creyó en su genialidad. Además, el hombre, se había enamorado de nuevo.
Aludiendo a la cojera de Mileva, años después, un compañero le dijo: “¡Yo nunca me hubiera casado con una mujer que no estuviese completamente sana!”
A lo que Einstein respondió rápida y escuetamente: “¿Por qué no? Tenía una voz preciosa”.
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De hecho fue en la primavera del primer curso en Zurich cuando cortó, ya de manera formal, su relación con Marie. Quien se sumió en una profunda depresión de la que tardó en salir. Murió en un manicomio en 1957, dos años después que lo hiciera Einstein.
“Querida muñequita”
Así llamaba Einstein a la poca agraciada, seria y callada Mileva. Una joven serbia, casi cuatro años mayor que él (de nuevo se siente atraído por una mujer mayor) y coja de la pierna izquierda, pero a la que su inteligencia y determinación hacían brillar, de forma especial, sus grandes, oscuros y profundos ojos.
Era la única mujer que se matriculó en la sección VI A de la Escuela, que contaba con sólo cinco alumnos. Uno de ellos era Albert Einstein: atractivo, alborotador y carismático, pero que quedó fascinado por “su querida muñequita”.
En ella, el científico encontró la compañera perfecta con la que estudiar, a la que confiar sus ideas, con la que asistir a los conciertos y, sin duda, a la primera persona que creyó en su genialidad. Además, el hombre, se había enamorado de nuevo.
Aludiendo a la cojera de Mileva, años después, un compañero le dijo: “¡Yo nunca me hubiera casado con una mujer que no estuviese completamente sana!”
A lo que Einstein respondió rápida y escuetamente: “¿Por qué no? Tenía una voz preciosa”.
Haciendo novillos
No fue muy diferente el comportamiento escolar de Einstein en la Universidad. Mostró poco interés por la mayoría de las asignaturas a cuyas clases, ahora, ni asistía. Entre los eminentes profesores que tuvo en la escuela se encontraban A. Urwitz y H. Minkowski (1864-1909). ooAnterior ooooooooooooooooooooooo Índice ooooooooooooooooooooooo Siguiente
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