Es la continuación en este barrio, de la trianera calle Betis que empieza en la Plaza del Altozano y termina en la de Cuba. Es decir, una calle marinera donde las haya.
Y del personaje a la que está dedicada no es poco lo que se ha escrito. El marino español Juan Sebastián Elcano (1476-1526), que formó parte de la expedición destinada a dar la primera vuelta al mundo. Tal para cual.
Una expedición que comenzó como contramaestre de la nave Concepción, una de las cinco que componían la escuadra, y que terminó mandando, tras la muerte del navegante portugués Fernando de Magallanes (1480-1521) quien la mandaba como Capitán General de la Armada de la Especiería.
Historia del viaje
La expedición la inició Fernando de Magallanes el 10 de agosto de 1519, con una flota de cinco naos y 265 hombres. Partió de la margen derecha del Guadalquivir entre salvas de artillería y el aplauso de una gran multitud que se agolpaba en las dos orillas. Como es sabido, tras muchas vicisitudes, muerto Magallanes y otros jefes, Elcano asumió el mando de la única nave que quedaba, la Santa María de la Victoria, y con ella emprendió el camino de vuelta a España.
Y cuando arribó el 8 de setiembre de 1522 al mismo puerto del que había salido, completó la primera circunnavegación al planeta que había iniciado Magallanes, algo más de tres años antes.
Una auténtica hazaña que izó velas en el antiguo Muelle de las Mulas, que venía a estar donde hoy se encuentran, aproximadamente, las Instalaciones Deportivas del Real Círculo de Labradores, a comienzos de la citada calle.
Con ella, Elcano, protagonizaba una imponente proeza y materializaba una de las mayores ambiciones del hombre del Renacimiento: dar la vuelta al mundo. Del que por cierto, ya se sabía, y desde hacía siglos, que era redondo.
Mejor dicho, que nuestro planeta es esférico.
Una idea que el hombre tenía ya desde el siglo V antes de nuestra era. Vamos que no era ni de ayer ni de anteayer. Hacía más de veintiún siglos que sabían que la Tierra no es plana.
Algo que aún sigue causando sorpresa a más de uno, a pesar de las pruebas. Y a ellas me remito.
Primeras pruebas documentales de la esfericidad de la Tierra
Fue el médico y astrónomo griego Filolao de Tarento (480-400 aC), discípulo de Pitágoras, el primero en proponer una Tierra esférica, como única forma de explicar la desaparición gradual del casco y velamen de los barcos tras el horizonte. O que la sombra que la Tierra proyecta sobre la Luna en los eclipses sea circular. Se trata de un científico que elabora un verdadero programa de investigación y que valora la observación sistemática y cotidiana, basada en instrumentos que inventa y desarrolla.
Tras él vendrían otros.
Otras pruebas documentales de la esfericidad de la Tierra
Y entre ellos el matemático y astrónomo Eratóstenes de Cirene (273-194 aC), quien determinó el valor de la longitud de la circunferencia máxima de la Tierra en 40 000 km (actualmente se considera de 40 067,96 km en el Ecuador). Un auténtico prodigio de cálculo geométrico. Se equivocó en apenas sesenta y ocho (68) de cuarenta mil (40 000).
Piense que estamos hablando de un error relativo por defecto inferior a un 0,17% y calculado hace más de dos doscientos mil años. Increíble, pero cierto.
Ya les he prevenido sobre la inteligencia humana.
De Eratóstenes decirles que se trata de un científico que, por méritos propios, debería tener calle en Sevilla y no es así. Aunque sí la tiene uno de sus posibles inventos, el astrolabio. Vaya lo uno por lo otro.
Y volviendo a lo que nos trae, para el hombre del siglo XVI, la teoría estaba clara. La Tierra es esférica y, por tanto, la aventura de su circunnavegación posible.
Una historia que empezó el 10 de agosto de 1519. Si bien unos días antes tuvo lugar un hecho digno de resaltar. Se produjo a escasos metros del Puerto de Mulas, en lo que hoy se conoce como Templo de San Vicente Paul.
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