miércoles, 17 de diciembre de 2008

Tabaco y sexualidad femenina

Les escribo de nuevo acerca del tabaco. Sí, otra vez. Pero hoy asociado al sexo. A la sexualidad femenina en concreto.

Hace unos días lo pudimos leer: “El cigarrillo provoca una disminución de la calidad en las relaciones sexuales”.

Al menos eso parecía concluir un estudio recientemente publicado por la AISM.

Según el mismo, la explicación físico-química pasa por los cambios orgánicos que provoca el tabaco y su nocivo contenido.

Uno de ellos es que altera la funcionalidad de los genitales. Parece ser que todo se inicia con una inhibición de la biodisponibilidad del gas óxido nítrico, NO (g).

Lo que conlleva que se reduzcan los niveles de excitación y, como consecuencia, que las mujeres pierdan capacidad de lubricar.

Es decir, que los cigarrillos desencadenan la sequedad vaginal. Sequedad que potenciará unas relaciones sexuales dolorosas y que retardará, sin desearlo, el momento del orgasmo.

Lo que las llevará a una pérdida del deseo. Y eso no es bueno.

Pero no es el genital, el único cambio orgánico que produce el acto de fumar. No es lo único que altera la cosa ésta del fumaque.

También afecta al sentido del olfato. Lo que tiene especial importancia en las mujeres ya que, es a través de este sentido como las mujeres aumentan o no su deseo hacia las parejas ¿Comprenden?

Los olores son para las mujeres su fuente de excitación. De ahí la importancia de la pérdida de su capacidad sensitiva. Tras ella se va su pérdida de deseo.

Y si ellas no quieren. Pues es algo que no puede ser bueno.

De modo que el tabaco no sólo nos termina matando, sino que antes hace lo propio con el deseo sexual. Mal asunto.

Convendrá ir cambiando ese cliché erótico que asocia el acto de fumar un cigarrillo, con una técnica de seducción femenina.

Una mala influencia cinematográfica.

Tampoco les vendrá mal dejar esta práctica a aquellos que, infantilmente, se sirven del cigarrillo para potenciar su toque de elegancia social.

Y habrá que cuidar, sobre todo, a todos esos jóvenes que se sienten atraídos por esta liturgia del fumaque y que, una vez que han empezado, no pueden o les cuesta mucho dejarlo

¡Fumaque! ¡Fumaque!

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