viernes, 11 de noviembre de 2011

Breve intrahistoria de los satélites artificiales


La primera ficción, relacionada con un satélite artificial puesto en órbita alrededor de la Tierra, aparece en un cuento publicado por entregas en Atlantic Monthly, se inició en 1869. 

Su autor fue Edward Everett Hale, y su título ‘The Brick Moon’ (‘La luna de ladrillos’).

Escrito como si fuera un diario, describe la construcción y puesta en órbita de una esfera, de 200 pies de diámetro, hecha de ladrillos.

Pensada para servir de ayuda a la navegación, por accidente, se puso en marcha con personas a bordo. Es por tanto, también, una primera descripción ficticia de una estación espacial.

La idea reaparece en 1879, año de nacimiento de Albert Einstein en Los quinientos millones de la Begun de Julio Verne. En esta ocasión el satélite artificial es más bien una consecuencia no deseada. Una especie de daño colateral.


Resulta que, en la novela, el malo de turno, para acabar con sus enemigos, construye una pieza gigante de artillería que al ser disparada, proporciona al proyectil una velocidad superior a la pretendida, lo que termina colocándolo en órbita como un satélite artificial.

Con posterioridad, en 1903, el ruso KonstantínTsiolkovski publicó ‘La exploración del espacio cósmico por medio de los motores de reacción’, que es el primer tratado académico sobre el uso de cohetes para lanzar naves espaciales.

Tsiolkovski calculó también la velocidad orbital requerida para una órbita mínima alrededor de la Tierra, su valor es aproximadamente 8 km/s. Y que se necesitaría un cohete de etapas múltiples que utilizase oxígeno líquido O2 (l) e hidrógeno líquido H2 (l) como combustible.

En 1928, el ingeniero de cohetes austro-húngaro Herman Potočnik (1892-1929) publicó su único libro, ‘Das Problem der Befahrung des Weltraums. Der Raketen-motor’ (El problema del viaje espacial. El motor de cohete), donde describe un plan para explorar el espacio y mantener presencia humana permanente. Diseñó una estación espacial y calculó su órbita geoestacionaria.

También describió el uso de naves orbitales para observaciones pacíficas y militares y cómo se podrían utilizar las condiciones del espacio para realizar experimentos científicos.

El libro describía satélites geoestacionarios y analizaba la comunicación entre ellos y la Tierra utilizando la radio; pero no trataba la idea de utilizarlos para comunicación en masa y como estaciones de telecomunicaciones.

Es en 1945 cuando Arthur C. Clarke contempló la posibilidad de los satélites de comunicación.

Elaboró toda la logística de un lanzamiento de satélite, las posibles órbitas y otros aspectos para la creación de una red de satélites, señalando los beneficios de la comunicación global de alta velocidad.

También sugirió que con sólo tres satélites geoestacionarios, se podría proporcionar cobertura a todo el planeta. El germen de la aldea global.

Aunque el primer satélite artificial, el Sputnik I, no fue colocado en órbita por los científicos soviéticos hasta el 4 de octubre de 1957, el científico Isaac Newton, mucho antes, en 1687, ya predijo que cualquier objeto lanzado con la velocidad conveniente, se puede convertir en un verdadero satélite.

Pero lo que nunca pudo imaginarse el señor Newton es que el satélite fuese un traje de astronauta.


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