
Parece un galimatías pero no andaba descaminado el novelista inglés, porque ¿qué fue primero?
En principio es una paradoja de las denominadas de regresión infinita.
Como la de los dos espejos que colocados uno enfrente del otro, producen un sinfín de reflejos. Algo en principio familiar y por tanto lógico.
La paradoja surge cuando queremos determinar, cuál de los dos espejos produce el último reflejo. Cuándo acaban de reflejarse.
Para eso no hay respuesta. Es un problema conocido como “de bucle infinito”. Y no tiene solución.
En nuestro caso, una paradoja de la naturaleza, parece que ocurre lo mismo. Pero no es así. Puede que sea una gran duda filosófica, pero no lo es para la ciencia. Aunque en un principio así lo parezca.

Luego, antes, necesitamos un huevo, justo aquél del que nacerá la gallina.
Si por el contrario suponemos que fue primero el huevo, entonces, será necesaria una gallina que lo ponga. O sea. Más de lo mismo.
La implícita y aparente contradicción de la propuesta, nos puede hacer pensar que ad infinitum, iremos atrás en el tiempo. Una alternancia huevo-gallina-huevo-gallina- sin fin.
Y así fue como se pensó hasta que en 1859, Charles Darwin publicó su revolucionario libro “El origen de las especies...”. Desde entonces sabemos cual es la respuesta: ¡el huevo fue antes que la gallina!
Un explicación breve pasaría por pensar que hubo una época en la que no existían aún las gallinas, y sí sus antepasados. Unos seres muy parecidos a ellas pero, lo suficientemente distintos como para no ser considerados gallinas.
Lo que equivale a decir que no ponían, todavía, huevos de gallina.

Una nueva especie. Por tanto y sin duda, el huevo fue antes que la gallina. Dicho así parece correcto.
Pero no debemos olvidar que pruebas son amores y no buenas razones. (Continuará).
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