martes, 1 de octubre de 2024

DCPS. Calle Gregor J. Mendel (1)

Con sus 477 m de longitud y cruzada por calle Max Planck, calle Leonardo Da Vinci, calle Américo Vespucio y calle Torricelli -con semejantes nombres pocas dudas hay de que vendrán a esta tribuna divulgadora, más bien pronto que tarde-, nuestro reconocimiento de hoy se encuentra al NO de la ciudad, en unos terrenos conocidos como La Cartuja o la Isla de la Cartuja (41092).

Una zona que recibió dicho nombre por encontrarse ubicado en su parte meridional el Monasterio de la Cartuja de Sevilla, antiguo monasterio cartujo de Santa María de las Cuevas, un lugar por otra parte que acogió a la Exposición Universal de Sevilla 1992, también conocida de forma popular como Expo '92 o simplemente la Expo.

Dicho lo cual empezamos con el hombre en cuyo honor como científico está rotulada la vía que nos trae, nada menos que Gregor Johann Mendel (1822-1884) nacido en la actual República Checa, entonces Austria, y del que hace unos meses tan solo se cumplió el centésimo cuadragésimo (140.º) aniversario de su fallecimiento, sirva pues de póstumo reconocimiento a quien está considerado como “el padre de la genética”.

De Johann a Gregor

Nacido en el seno de una humilde familia campesina, tras una infancia marcada por la pobreza y las penalidades, en 1843 el joven Johann ingresó en el monasterio agustino de Königskloster, cercano a su lugar de nacimiento, un buen centro de estudios y trabajos científicos de la época. Durante los años siguientes estudió teología, que combinó con lecturas autodidactas en ciencias naturales, y tomó el nombre de Gregor al ser ordenado sacerdote en 1847.

Con posterioridad, y financiado por el propio monasterio, ingresó en la universidad de Viena en 1851 para estudiar matemáticas y ciencias generales (física, química, zoología, paleontología, botánica sistemática y fisiología vegetal, que incluía ya las nuevas teorías celulares).

Y en 1854 regresaba al monasterio como profesor suplente de la Real Escuela de Brünn, es cuando inicia sus experimentos sobre el cruzamiento y la herencia, primero en ratones, después en abejas y, finalmente, en 1856, en las plantas; en concreto de guisantes que él mismo cultivaba en el jardín del monasterio y que serían el núcleo de sus trabajos acerca de la transmisión de rasgos hereditarios en los híbridos.

Una investigación botánica desconocida (1856-1863)

Ni que decirle tengo que el cruce, tanto de plantas como de animales de distintas variedades con objeto de mejorar sus características, ha sido una práctica milenaria del hombre si bien, hasta nuestro hombre, sus resultados eran inevitablemente aleatorios debido al desconocimiento de las leyes científicas que la rigen. (Continuará)

[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.

[**] El original de esta entrada fue publicado el 06 de mayo de 2024, en la sección DE CIENCIA POR SEVILLA, del diario digital Sevilla Actualidad.

 


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