La tarde del pasado Domingo de
Ramos y entre paso y paso de imágenes cofradieras de la Semana Santa sevillana,
un viejo conocido, médico y creyente, con el que suelo coincidir por estas
fechas y lugares, sacaba los temas del titular.
Uno realmente novedoso para mí, el síndrome
de Jerusalén, del que me preguntó si había oído hablar y qué juicio me
merecía. Le respondí que no, que no tenía ni idea y mucho menos una opinión
formada de él. El otro por el contrario es antañón, un clásico entre nosotros y
motivo de discusión, entiéndame, de intercambio de puntos de vista.
Ya conocen lo que opino sobre el fraude del lienzo de la catedral de
Turín, al que interesados en el asunto dan en llamar Sábana Santa, vaya usted a saber por qué motivos. Y mientras que en
la discusión él me dice que soy un escéptico, yo le respondo que en la misma
medida él es un crédulo. Al fin y al cabo humanos. Diferencias entre ciencia
y creencia, racionalidad e
irracionalidad.
Del primer tema le dije que tenía algo escrito sobre síndromes y le
cité: el “síndrome de la clase turística”,
el “síndrome de la tiara”, el “síndrome de Asperger”, el “síndrome
de Capgras”, el “síndrome de Ménière”, el “síndrome
del escaparate”, el “síndrome del
hiperestetoscopio”.
El “síndrome de Warrdenburg”, el “síndrome de Kessler”,
el “síndrome
de Rebeca”, el “síndrome de Marfan”, el “síndrome de Peter Parker”, el “síndrome de Stendhal”, el “síndrome
de inmuno deficiencia adquirida (SIDA)”, el “síndrome del Apagón Emocional”o el “síndrome del sabio”.
Y alguno más que seguro me dejé, pero que estará en el tintero del disco
duro de la computadora. De todos ellos, si están interesados, pueden ustedes
obtener información en el blog tirando de [Buscador], pero del segundo no
hallarán palabra alguna, vamos que ni nombrarlo siquiera.
Quien sí lo nombró y me puso al tanto del síndrome -en menos tiempo además
del que transcurre entre imagen e imagen, eso sí, era de una hermandad con
muchos nazarenos, muchos penitentes y, como casi todas, con una nutrida banda
de música- fue mi contertulio. Si lo desean, me escriben y les cuento con gusto
y presteza lo que me contó el buen doctor del síndrome de Jerusalén.
De lo que por el contrario me da pereza escribir y no me produce satisfacción
alguna es del lienzo, del que también pueden encontrar abundante información en el
blog, en la treintena larga de entradas que contiene. Dejo para pasado mañana lo que le
recordé al buen doctor sobre el método de datación basado la prueba del carbono-14 y de su inventor, el químico
estadounidense Willard Libby.
Del primero y en relación con el lienzo, decirles ahora que en unas
semanas se cumplirán treinta (30) años del riguroso ceremonial en el que se
tomó una pequeña muestra de la tela que, supuestamente, envolvió el cuerpo de
Jesús. Una pequeña porción que se recortó el 21 de abril de 1988, y cuyo
análisis demostraría si fue el santo sudario o no. Y del científico recordar
que a finales de año se cumplirá el 110 aniversario de su nacimiento. (Continuará)
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