(Continuación)
Por eso, todo lo que suceda a partir de ese minuto cuarenta y cinco no lo hace
en el tiempo de descuento, sino en el tiempo añadido. Una distinción que
debería ser tenida en cuenta, aunque sólo sea por amor al castellano y rechazo
al lenguaje del disparate deportivo.
Un
páramo lingüístico plagado de expresiones “micheleras”, para el que un patadón
defensivo es un “despeje demagógico”
y “tener buenas sensaciones” es más
importante que ir ganando. Ejemplos ellos de cursilerías clamorosas. Claro que
otros tampoco se quedan atrás y a las pruebas me remito. En esta ocasión digo
el pecado, y dejo para ustedes el nombre del pecador.
Ahí
van algunas: los delanteros no meten goles, sino que “certifican”; nadie hace sino que todos “desarrollan y registran”; se juega en la medular, donde el
centrocampista que no tiene visión del juego “no proyecta” o los defensas “arrebañan”,
cuando no hacen un “despejamiento”.
En fin que “el furbo es furbo”.
Para llegar al “resultado inalterable”. También es frecuente oír en los medios “...continúa inalterable el resultado inicial de cero a cero...” y
lo cierto es que al hacerlo, parece que entendemos lo que quiere decir. Sí, por
supuesto. Pero si en vez de oírlo lo
escuchamos, les supongo al tanto de
que no son exactamente lo mismo, entonces la cosa no parece ya tan entendible.
Verán porqué.
Para
empezar, si resulta que “continúa inalterable”, condición de todo
aquello que no es susceptible de ser alterado, entonces qué hacen todos allí. Desde
los futbolistas hasta los árbitros, pasando por todos los auxiliares y el mismo
público. Alguien debería decirles que se fueran a sus casas, que estando esperando
algo que no puede suceder, por propia definición. Vamos que están haciendo el
ridículo.
Y
acabando porque si se trata del “resultado
inicial”, es decir, que al
comienzo (lo llama inicio) del partido ya se ha producido el resultado,
entonces, ¿para qué los jugadores corren y cobran, el público chilla y paga y
los árbitros sudan y se juegan el pellejo? Pues para nada.
Estarán
conmigo que es una abdicación del sentido común, una agresión a la ortodoxia
semántica y sintáctica, no muy diferente a la de “disparar al palo corto o al corto”.
Unas
expresiones que para algunos juglares futboleros representan el poste más
cercano o alejado visto, claro, desde su posición. Es evidente que para estos
iluminados geómetras las porterías no delimitan un rectángulo sino un trapecio.
Una
ignorancia graciosa como las gracias ignorantes del inefable Michel, con algunas de cuyas perlas les dejo: “no ha sido gol porque se ha ido fuera”; “una máxima del fútbol es que para atacar hay que tener el balón”;
“como sigan a este ritmo de partido no
van a durar ¡ni tres horas!” ¡Cómo se quedan!
“No cabe duda de que si quiere meter un gol, el
balón tiene que ir entre los tres palos”; “es un partido de ataque voraz que se ha
instalado en el cerocerismo”; “el
Chelsea está atacando de manera reivindicativa”; “si meten un gol más que el rival, ganan”.
Un
iluminado del idioma, oiga, el tal Michel.
El furbo es asín, que dijo el otro.
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