No, no se trata de un error tipográfico, aunque la cosa
va de errores como podrá
comprobar ¿Qué tienen en común Tipp-Ex
la archiconocida marca registrada de corrector líquido de texto y el conocido grupo
musical de los años sesenta, The Monkees?
La verdad es que dicho así, a bote pronto, no parece que compartan mucho.
No.
Pero ya saben que a veces, en esta vida, las cosas no son lo que parecen. Y
este es uno de esos casos, en el que les puedo asegurar que compartir,
comparten. Y tanto.
Bueno pues aquí está el enrocado reto de hoy por si les interesa, y del que
a modo de gancho curiosón les hago saber que intervienen alguna que otra
disciplina científica, algo de tecnología ofimática, algún que otro arte, que
no falte, y un nexo familiar de lo más insospechado.
Estos son los ingredientes de la historia, que no están nada mal, máxime si
pensamos que de menos nos hizo el Señor. Pero mejor será que vayamos por parte
y comience por donde debe.
Todo empieza a mitad del siglo pasado, años ya de posguerra, y sucede en
Dallas, EEUU, cuando una joven madre de un niño de nueve años y divorciada desde
hace un lustro, entra a trabajar en un banco.
Su nombre es Bette Nesmith y
apenas tiene los estudios mínimos de mecanografía y taquigrafía, que le permiten
desarrollar simples tareas de oficina. Ella de lo que más sabe y realmente le
gusta es de pinturas, de colores y de tintes. De hecho siempre ha querido ser
artista.
La vida
manda
Pero qué quieren, tiene un hijo a su cargo al que mantener y necesita
trabajar. La vida siempre manda. El caso fue que allí estaba de secretaria y la
verdad sea dicha no pasándolo muy bien. No pasándolo bien ni ella ni sus
compañeras de oficina pues por aquellas fechas, la empresa había decidido introducir
las nuevas máquinas de escribir eléctricas IBM.
Toda una renovación tecnológica.
Un nuevo dispositivo de trabajo en el que eran inexpertas y que les hacía
cometer muchos más errores ortográficos que de costumbre (Es el primero de los que
le anunciaba al principio).
Unos errores que en aquellos tiempos eran difíciles de corregir en el mismo
papel, por lo que se veían obligadas a reescribir la página entera, y por tanto
a ralentizar la diaria realización de las tareas. Una repetición que se
traducía a la larga en una mayor carga de trabajo y en un gran desperdicio de
papel.
Unos inconvenientes que se aguzaban en el caso de Bette, dada su escasa
experiencia con la mecanografía. Tenía que repetir muchos escritos y el trabajo
se le amontonaba. Estaba desesperada. Y como dicen que la desesperación es la
madre de la invención, tuvo una idea.
Ella por sus conocimientos pictóricos sabía que los pintores nunca borraban
sus errores, sencillamente se limitaban a pintar encima. Y una vez pensado y se
preguntó, ¿por qué no podría hacer ella lo mismo?
Nace la
inventora
Y claro que pudo, pero no resultó fácil. Empezó en la cocina de su casa
probando con una mezcla de pintura blanca y agua. Pero tras numerosas pruebas,
nada de nada. (Continuará)
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