Por situarles y para que no se llamen a engaño gastronómico alguno, desde
ya le prevengo que no abordaremos en esta primera entrada “tortillense” ninguno
de los muchos, delicados y resbaladizos aspectos que ofrece su historia.
Me refiero a cuestiones como: ¿Cuáles son las características culinarias
del que sin duda es el plato español por excelencia ¿Cómo, cuándo y dónde
surgió la primera tortilla de patata? ¿Cuál es el estado actual de la
fratricida guerra aún abierta, sobre el uso de uno de sus ingredientes fundamentales
y que enfrenta a dos bandos irreconciliables? ¿Qué son ustedes, concebollistas o
sincebollistas?
No, no entraremos hoy en ellos, como no lo haremos en tantos otros que no pondremos
negro sobre blanco por ahora. Y no lo haremos porque hoy es uno de esos días
que cuentan. Ya saben.
En lo que concierne al de hoy, han de saber que existe cierto consenso en
este mundillo relacionado con la tortilla de patatas, acerca de cuál es el primer
documento en el que se menciona, tal cual, a la tortilla de patata.
Y se admite que tal expresión, en la que están unidas ambas palabras,
aparece por primera vez escrita en un documento fechado en un día como hoy de
hace doscientos (200) años.
O sea que el 14 de mayo de 1817,
cayó también en domingo, es la fecha aceptada por ahora como la de la primera
documentación de nuestra tortilla. Ése es el cuándo, dos siglos ya. Veamos ahora
el dónde y el cómo del escrito, o lo que es lo mismo, el “Memorial de Ratonera”.
“Memorial
de Ratonera”
Por lo que me he podido informar, en su versión corta, el tal escrito es
uno de tantos en los que de forma anónima, los navarros del siglo XIX expresaban
sus quejas, peticiones y preguntas acerca de cualquier tema social que les
preocupara.
Un manuscrito que introducían por una rendija (conocida como “Ratonera”) de
la puerta del edificio donde las Cortes
de Navarra se reunían para que, con posterioridad, fueran leídos y debatidos
en las sesiones de las mismas.
De todas las peticiones presentadas, así como de lo debatido en torno a
ellas, se dejaba constancia escrita y se archivaban. A su conjunto se le
conocía como el “Memorial de Ratonera”.
Y en concreto el escrito del 14 de mayo de 1817 que nos ha traído hasta aquí,
relata en su conjunto el pobre y mísero modo de vida que llevaban los
labradores navarros, comparados con otros habitantes de Pamplona y de la Ribera
navarra.
Describía además, el tipo de comida y la clase de vestido de los campesinos
de las tres zonas de Navarra. En particular, y en el punto referido a su
alimentación habitual es donde aparece la
tortilla de patata como plato de cena que se usaba en el otrora País Medio,
hoy Baja Montaña.
Entre otros aspectos refiere:
“dichosos los que tienen pan, dos o tres huevos en tortilla para cinco o seis,
porque nuestras mujeres la saben hacer grande y gorda con pocos huevos,
mezclando patatas, atapurres de pan, u otra cosa”. (NOTA SABIHONDA: atapurres son migas de pan)
Un plato sin duda de origen humilde, asociado a una cocina de subsistencia
y en el que, dado que las patatas eran más baratas que los preciados huevos los
sustituían en parte, ocupando su lugar y sirviendo de relleno para agrandarla.
Algo no muy distinto a lo que se había hecho hasta entonces con diferentes
hortalizas o con migas de pan. La necesidad agudiza el ingenio.
Y esta es la trayectoria documental corta del “Memorial de Ratonera” vasco
que les cité antes. La verdad es que poco más sé sobre el mismo. Pero por si
interesa a alguien, les puedo poner en la pista de cómo llegué a, llamémosla así, la hipótesis navarra. (Continuará)
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