Nos consta que los avatares hicieron de los últimos años de Arquímedes (282-212 a.C.) una época
poco tranquila. Según cuenta Plutarco,
en su libro Vidas paralelas, a la
muerte de Hierón II la ciudad de Siracusa sufrió el ataque de Roma.
Lo mandaba el general Marcelo al
frente de una poderosa flota. La idea era que su conquista no fuera más que una
breve batalla. Más de sesenta (60) quinquerremes y una enorme plataforma
formada por ocho (8) galeras unidas, constituían el magnífico ejército situado
frente a la ciudad siciliana.
Sí. Todo parecía perdido para Siracusa.
Pero no contaban con un detalle. La inteligencia de Arquímedes y el plan
que elaboró para defenderla.
El
general Arquímedes
Porque actuó como todo un ingeniero militar. Primero reforzando sus
murallas y, después, diseñando unas maravillosas máquinas bélicas: catapultas
para lanzar piedras; grúas provistas de ganchos y poleas, capaces de volcar los
barcos romanos; escorpiones de corto alcance que arrojaban lanzas, etcétera.
Incluso, dice la leyenda, dispositivos ópticos capaces de incendiar las
velas y cascos de las galeras romanas. Aunque esta cuestión de los espejos
incendiarios no parece estar clara.
Empezando porque es un relato que no se encuentra en todos los cronistas de
la Antigüedad. Y acabando porque, junto con los estudios de René Descartes (1596-1650), el también francés Marin Mersenne (1588-1648) y, ya en el siglo XX, Dennis Simms invitan a pensar en sólo una existencia fabulada.
Pero de otro lado las experiencias de Kircher,
Bufón y Sakkas apoyan su existencia. Así que en esas estamos.
En cualquier caso, fueran las que fueran las armas empleadas, el resultado
es que frenaron el ataque y crearon un permanente, y sorprendente, estado de
pánico y terror en las tropas romanas. El inicialmente previsto como rápido y
corto asalto, pasó a ser un lento y dilatado sitio.
Tanto que hizo decir a Marcelo: “Pareciera
que los romanos hacían la guerra a los dioses”.
El asedio duró casi tres (3) años y acabó con la toma de Siracusa, según
cuenta la leyenda, debido a la traición de algunos de sus ciudadanos. Pero no
parece que fuera así. (Continuará)
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