(Continuación) Antes de meternos en harinas científicas y a modo de ‘nota
cultureta’, les diré que una de las primeras referencias a este tipo de estornudo
se remonta a los tiempos de la mitología griega y tiene como personaje central
a Prometeo de quien se dice que
introdujo el estornudo en los mortales.
Se trata de una historia algo truculenta en la que andan de por medio una
estatua, un rayo de sol, Zeus, algo
de polvo de rapé y la nariz claro. Demasiados para quien escribe.
Estornudo
fótico ¿Por qué?
En relación con la causa que lo produce, aunque existen
varias hipótesis explicativas de dicho
estornudo, lo único cierto es que se desconoce con exactitud cuál puede ser. No
obstante, la que tiene más probabilidades de convertirse en teoría, y por la que la mayoría de los especialistas
parecen decantarse, habla de una posible alteración de tipo congénita.
Una especie de interferencia que afecta al envío de
información al cerebro por el nervio
óptico (encargado de transmitir los estímulos visuales que capta la retina)
y el nervio trigémino (con funciones
motoras y sensitivas en el rostro) que, en apariencia, es el responsable de
estos estornudos.
Los investigadores piensan que algunas personas presentan un particular vínculo
entre este nervio trigémino, también llamado quinto nervio craneano, y el óptico que transmite impulsos visuales
al cerebro.
De modo que el fenómeno podría ocurrir más o menos así. En estas personas, tras
una exposición luminosa de córnea, retina y conjuntiva, se produce la
sobreestimulación del nervio óptico que dispara al trigémino, haciendo que lo que
se conoce como arco reflejo alcance el
centro nervioso del estornudo, situado en el tronco del encéfalo.
Desde allí se descarga por las vías motoras de los nervios frénico y vago, provocando el acto reflejo del estornudo
por la luz brillante, es decir, produciendo la contracción violenta de los
músculos torácicos y la expulsión del aire de los pulmones.
Esta es la idea. Cuando nos llega mucha luz a la retina,
ésta sobreestimula el trigémino y hace que ciertas personas hagamos ¡achís!
¡Achís! o ¡achú!
Que ambas onomatopeyas relacionadas con el estornudo son correctas para la Real Academia Española, RAE, como imitación lingüística o
representación sónica del mismo. En principio parece ser que la primera de las sílabas
correspondería a la aspiración lenta de aire, y la segunda sílaba a la
repentina expulsión por la boca.
Por cierto, a favor de la hipótesis anterior sobre el
estornudo, cuenta el hecho de la más que evidente relación que existe entre ojo
y nariz, dado que el mismo acto de estornudar incluye un momentáneo cierre de
los ojos, mientras que las lágrimas limpian la nariz a través del conducto
lacrimonasal.
Una disfunción congénita en el envío de señales desde las
terminaciones nerviosas del trigémino al cerebro, provocada por la sobreestimulación
luminosa de las zonas oculares conjuntiva y córnea, y que últimas
investigaciones consideran es de naturaleza hereditaria, con un cincuenta por
ciento 50% de probabilidades de heredar y más en caucásicos que en otras razas
humanas.
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