martes, 2 de mayo de 2017

¿Por qué estornudamos al mirar al Sol? (y 2)

(Continuación) Antes de meternos en harinas científicas y a modo de ‘nota cultureta’, les diré que una de las primeras referencias a este tipo de estornudo se remonta a los tiempos de la mitología griega y tiene como personaje central a Prometeo de quien se dice que introdujo el estornudo en los mortales.
Se trata de una historia algo truculenta en la que andan de por medio una estatua, un rayo de sol, Zeus, algo de polvo de rapé y la nariz claro. Demasiados para quien escribe.
Estornudo fótico ¿Por qué?
 En relación con la causa que lo produce, aunque existen varias hipótesis explicativas de dicho estornudo, lo único cierto es que se desconoce con exactitud cuál puede ser. No obstante, la que tiene más probabilidades de convertirse en teoría, y por la que la mayoría de los especialistas parecen decantarse, habla de una posible alteración de tipo congénita.
Una especie de interferencia que afecta al envío de información al cerebro por el nervio óptico (encargado de transmitir los estímulos visuales que capta la retina) y el nervio trigémino (con funciones motoras y sensitivas en el rostro) que, en apariencia, es el responsable de estos estornudos.
Los investigadores piensan que algunas personas presentan un particular vínculo entre este nervio trigémino, también llamado quinto nervio craneano, y el óptico que transmite impulsos visuales al cerebro.
De modo que el fenómeno podría ocurrir más o menos así. En estas personas, tras una exposición luminosa de córnea, retina y conjuntiva, se produce la sobreestimulación del nervio óptico que dispara al trigémino, haciendo que lo que se conoce como arco reflejo alcance el centro nervioso del estornudo, situado en el tronco del encéfalo.
Desde allí se descarga por las vías motoras de los nervios frénico y vago, provocando el acto reflejo del estornudo por la luz brillante, es decir, produciendo la contracción violenta de los músculos torácicos y la expulsión del aire de los pulmones.
Esta es la idea. Cuando nos llega mucha luz a la retina, ésta sobreestimula el trigémino y hace que ciertas personas hagamos ¡achís!
¡Achís! o ¡achú!
Que ambas onomatopeyas relacionadas con el estornudo son correctas para la Real Academia Española, RAE, como imitación lingüística o representación sónica del mismo. En principio parece ser que la primera de las sílabas correspondería a la aspiración lenta de aire, y la segunda sílaba a la repentina expulsión por la boca.
Por cierto, a favor de la hipótesis anterior sobre el estornudo, cuenta el hecho de la más que evidente relación que existe entre ojo y nariz, dado que el mismo acto de estornudar incluye un momentáneo cierre de los ojos, mientras que las lágrimas limpian la nariz a través del conducto lacrimonasal.
Una disfunción congénita en el envío de señales desde las terminaciones nerviosas del trigémino al cerebro, provocada por la sobreestimulación luminosa de las zonas oculares conjuntiva y córnea, y que últimas investigaciones consideran es de naturaleza hereditaria, con un cincuenta por ciento 50% de probabilidades de heredar y más en caucásicos que en otras razas humanas.
Un reflejo el del estornudo fótico que está considerado un factor de riesgo para ciertas profesiones, como por ejemplo los pilotos de combate. Caución.



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