Para unos, como entienden que a partir de la 00:00 h ya se trata del día de San Juan, son de la opinión que las horas nocturnas que le preceden forman parte del mismo. Por tanto las celebraciones tienen lugar la noche del 23 al 24 de junio. Ésa es su noche de San Juan.
Sin embargo para otros, que entienden que la noche de un determinado día no se refiere a las primeras horas del mismo, sino a las últimas, una vez que se ha puesto el Sol, las celebraciones tienen lugar la noche del 24 al 25. Ésa es para ellos, la noche de San Juan.
Y en esas estamos y seguimos. Como ven, ya les avisé, el asunto nocturno tiene su intríngulis. No obstante, bien pensado poco importa. Al fin y al cabo se trata sólo de una celebración nocturna festiva.
De hecho en algunas partes se extiende a las dos noches. Por qué no. Carpe diem, que dijo el clásico.
Importa poco, entiéndanme, porque no es de ciencias de lo que estamos hablando.
Para ellas, para las ciencias del espacio implicadas, una noche es la del solsticio de verano, alrededor del 21 que es la más corta del año, y otra es la de San Juan, sea la del 23 o la del 24 de junio, que no es la más corta del año.
Ah, y todo lo escrito está referido al hemisferio norte desde donde escribo.
Como saben en el hemisferio sur -aunque también y como no puede ser de otra forma, la noche más corta del año se corresponde con la de aquel día en la que el Sol pasa más tiempo sobre el horizonte-, esta noche se corresponde con un día del mes de diciembre.
Bien, pero si está tan claro, ¿por qué esa confusión entre la gente, incluida mi abuela María? ¿Qué hay de esa ciencia popular tan acertada a veces, y que en esta ocasión parece que les confunde?
¿Por qué la noche les confunde?
Más que de la noche se trata de una cuestión de calendarios. Ella es en mi opinión, la que ha traído el embrollo a este desfase de días. Les pongo en antecedentes.Como suele ser habitual y es sabido, en las diferentes creencias humanas que en el mundo han sido, son y es probable serán, la secuencia de celebraciones religiosas suele estar relacionada con ciertos ritos paganos.
Unos que les precedieron y que estaban basados a su vez en determinados momentos astronómicos del calendario.
Y así las fallas de levante nos llegan de la mano del equinoccio de primavera; o San Juan lo hace de las del solsticio de verano, fundiendo ambos orígenes.
El de los fenómenos de naturaleza astronómica y el de las celebraciones festivo-religiosas ¿Por qué es así?
Pues lo más probable y sencillo es que, ciñéndonos a nuestro caso sanjuanero, en principio, ambas fechas (solsticio y festividad) no estuvieran tan distanciadas como los tres días que en la actualidad les separan.
Por ejemplo al principio de nuestra era, y durante la vigencia del calendario juliano, el solsticio de verano sí podía caer en el 23, el 24, o incluso el 25 de junio. (Continuará)
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