Entre los exégetas parece existir cierto consenso sobre la autenticidad de las referencias que se hacen del mismo entre los siglos XII, XIII y XIV.
Por ejemplo en 1199 cuando dos peregrinos, Geraldo de Barri y Gervasio de Tilbury, y en dos ocasiones distintas lo citan con motivo de sus visitas a Roma.
O cuando poco después, en 1207, el Papa Inocencio III lo manda llevar en procesión pública entre la Basílica de San Pedro y el Hospital del Espíritu Santo, concediendo además indulgencias a quien rezara ante él.
Fue una procesión en la que el paño adquirió notoriedad, convirtiéndose el acto en una celebración de carácter anual. Precisamente para una de esas ocasiones, la del año 1300, el Papa Bonifacio VIII decidió proclamar el primer Jubileo del que tenemos noticia.
A lo largo de ese año jubilar el paño estuvo expuesto para todos los peregrinos que visitaron Roma, convirtiéndose en una de las “maravillas de la ciudad” (Mirabilia Urbis).
De hecho, durante los dos siglos siguientes el lienzo fue venerado como una de las más importante reliquias cristianas.
Multiplicidad de paños y fechas (siglos XVII y siguientes)
Y por supuesto su imagen fue reproducida por numerosos artistas, en distintos estilos y en tal cantidad que, en 1616, el Papa Pablo V prohibió hacer más reproducciones de él, salvo que se adecuaran a la existente en la Basílica de San Pedro. Aun así tal fue su proliferación que, en 1629, el Papa Urbano VIII no sólo prohibió hacer nuevas reproducciones, sino que ordenó la destrucción de las existentes.
En su edicto exigía que cualquiera que supiera de la existencia de una de esas copias, la llevara al Vaticano bajo pena de excomunión.
Un asunto muy serio en aquella época, en la que con la iglesia no se podía uno tomar determinadas licencias.
No se lo he comentado hasta ahora pero, dados los intereses que de todo tipo se generaban y generan alrededor de las (supuestas) reliquias, era costumbre que éstas fueran troceadas con el fin de poder extender su veneración a distintos lugares de la Cristiandad.
Digo esto a modo de explicación de la existencia de tantas, y posiblemente auténticas, reliquias a lo largo del mundo, al ser partes de algunas que se consideraran como tal.
No lo voy a desarrollar ahora, pero estos tres últimos papas -Bonifacio VIII, Pablo V y Urbano VIII- jugaron un papel importante en el desarrollo de la ciencia y la técnica.
Lo dejo aquí para dentro de unos días, pero si algún lector impaciente quiere adelantarse, estos santos padres, ya han aparecido en esta tribuna bloguera.
Y acabo citando los distintos nombres con los que la tela es conocida. En un contexto sólo español, a los ya nombrados Paño, Velo y Lienzo de la Verónica, debemos añadir los de Santa Faz y Santo Rostro.
En puridad la primera de las expresiones se suele utilizar cuando se hace referencia a la reliquia que se conserva en el Monasterio de la Santa Faz de Alicante, desde el siglo XV.
Mientras que la de Santo Rostro suele emplearse de forma específica para la conservada en la Catedral de Jaén y que data del siglo XIV.
1 comentario :
¿Qué puede contarnos de otras reliquias? ¿Hay alguna que sea auténtica?
Publicar un comentario