Los diferentes factores de los que depende el resultado final del borrado de un tatuaje se pueden categorizar en dos grupos: los que proceden de la decisión del cliente y los que son propios de la misma técnica tatuajera aplicada.
Dentro del primer grupo se incluyen: el color de la tinta utilizada, el tipo de piel del paciente, la ubicación donde se realice, su tamaño, los años que lleva realizado el tatuaje, la estación meteorológica en la que se realice e, incluso, el hecho de que el interesado fume o no.
Y dentro del segundo: el tipo de tatuaje (si es amateur o profesional), la cantidad y densidad de la tinta empleada, la profundidad a la que se encuentre el pigmento, su grosor, etcétera.
Del color de la tinta
En principio, cuanto más claros sean los colores empleados más costará quitarlos. La razón se encuentra en la dificultad que estos colores ofrecen, a la hora de absorber la longitud de onda (λ) de la luz emitida por el láser, y que viene motivada por su naturaleza química. Contienen óxido de titanio, TiO, o de zinc, ZnO, y su composición cuantitativa es variable.
De este modo, el color más fácil de borrar es el negro, seguido del azul oscuro y el rojo. A partir de éste la operación de borrado se complica, sobre todo con los azules claros, amarillos y blancos.
En lo que respecta a la piel, y a la hora de realizar el tatuaje, el color más peligroso es el rojo ya que es, con diferencia, el que más reacciones anómalas y efectos indeseados provoca a lo largo de la vida del tatuaje.
Por desgracia, aún no se ha podido determinar la causa de esta mayor incidencia de complicaciones provocadas en especial por las tintas rojas.
Por el contrario, el negro es el que menos reacciones y efectos manifiesta, el más seguro, eso sí, si la tinta no incluye algún aditivo. Una propiedad no reactiva que va asociada con el carbón, C, que forma parte de su composición.
Entre los efectos no deseados antes citados, se pueden encontrar: distintas reacciones alérgicas, pseudolinfomatosas e incluso tumorales. Unos procesos que exigirán la realización de biopsias a fin de establecer un diagnóstico de certeza.
Un feo asunto.
Y para acabar un dato cuantitativo. Se estima que de cada cien (100) tumores localizados sobre la piel tatuada, noventa (90) lo están sobre la zona del tatuaje de color rojo.
Un aplastante porcentaje colorista, a tener muy en cuenta a la hora de escoger. Yo al menos lo haría.
Del tipo de piel
Y en lo que respecta al tipo de piel del paciente tatuado, lo ideal es que sea de piel clara y que no esté bronceado.Resulta que cuanto más oscura sea su piel, existe más riesgo de quemaduras hay.
La razón estriba en que, con los fototipos de piel más oscuros, se produce una mayor absorción de la radiación por parte de la melanina y, por ende, existen más posibilidades de crear cicatrices o alteraciones de la pigmentación de la zona tratada.
Debemos tener en cuenta que, por su base científica y desarrollo técnico, el láser no distingue las partículas de tinta ajenas al organismo, de la melanina, el pigmento natural de la piel.
De ahí que haya que extremas las precauciones, reduciendo por ejemplo la potencia del láser.
De la ubicación y el tamaño
También el lugar de nuestro cuerpo donde nos lo realicemos, juega a favor o en contra del posterior borrado. Las estadísticas nos dicen que el borrado es más lento en las zonas más alejadas de los ganglios linfáticos, es decir las muñecas o los tobillos, o sea zonas distales.
Siendo por tanto más fácil de eliminar un tatuaje que esté localizado en las proximidades de los paquetes ganglionares: cuello, axilas o ingles.
La razón es semejante al de las heridas que, como todos sabemos vía experiencia, se curan con mayor celeridad y cicatrizan mejor, cuando se han producido cerca de una zona muy vascularizada.
En ambos casos el trabajo de los macrófagos, células del sistema inmunitario encargadas de destruir los cuerpos extraños, es mucho más rápido debido a la proximidad.
Les cuento esto porque, créanme, la gente se hace tatuaje en los sitios más insospechados. Ver para creer. (Continuará)
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