viernes, 12 de septiembre de 2014

Calores de septiembre en Sevilla (1)



Si para el poeta estadounidense T. S. Eliot (1888-1965), el mes de abril era el más cruel de todos,

Abril, de todos los meses el más cruel, / engendra lilas de la tierra muerta,
mezcla memoria y deseo, mezcla / insensibles raíces con lluvias primaverales.

el de septiembre, en la ciudad de Sevilla, les aseguro que es uno de los más horrorosos que se pueda imaginar.

Han de saber que en esta tierra de María Santísima, este noveno mes del calendario juliano, antes séptimo en el antiguo calendario romano, viene cargado de calores en masculino y en femenino, o lo que es lo mismo de los calores y las calores.

Y empleo los dos géneros con conocimiento de causa gramatical y física, que no por destrozona e ignora beocia. Con su permiso, abro aquí un breve y sólo gramatical paréntesis explicativo.

Abriendo paréntesis explicativo gramatical
Han de saber que por fecha de nacimiento ando muy, muy, lejos de tener edad para haber sido una víctima educativa de la Logse.

Y que mi formación académica me impide pertenecer a ese grupo de estultos que defienden y utilizan esos desdoblamientos tan al uso de: sevillanos y sevillanas, andaluces y andaluzas, españoles y españolas.

Ya saben por dónde voy, esa cretinez de género tan ligada a cierta progresía política.

Trato de decirles que, sencillamente, a mi entender tales piruetas lingüísticas resultan del todo prescindibles.

El uso genérico del masculino gramatical tiene que ver, en realidad, con una ley básica y universal que, en más de una ocasión, les he enrocado: la ley de la economía.

Y que consiste en algo muy simple, hay obtener lo necesario con el menor de los esfuerzos posible.

Ley básica y universal les decía y ahora añado ineludible. Ningún sistema, animado o inanimado, que aspire a permanecer en el tiempo en nuestro universo, la puede obviar.

Y la lengua, con su afán de comunicar no es una excepción. De modo que su cumplimiento es una cuestión de supervivencia, pues. Cierro paréntesis. Y continúo.

Temperatura y calor
Les hablaba de calores pegajosos y pegajosas (los nombro en riguroso orden cronológico de aparición), que si te cogen en la cama más bien parece que hubieras pasado unas calenturas en ella, dado el lamentable y sudado estado en el que quedan las sábanas.

Y si te pillan a mediodía, a la salida del trabajo, entonces es que no sabes qué hacer para despegarte la trasera de la camisa de la espalda y el cuello camisero del tuyo. Por no hablarles de la corbata y su nudo o de la chaqueta aunque sea sin forro.

Lo dicho, lo de setiembre en Sevilla es horroroso.

Y es cierto que el nivel térmico o temperatura, medido en grados Celsius (º C) y registrados en los termómetros, no alcanza las cotas de julio y agosto, meses estivales en los que lo que sufrimos y sentimos el calor y la calor, así en singular.

No, no los alcanza. Pero en septiembre y en Sevilla, aunque estemos a treinta y pocos grados Celsius, la sensación térmica que experimentamos es mucho más sofocante y desagradable que si estuviéramos a los cuarenta y algo de julio o agosto.

Es decir que temperatura y calor, ya en el lenguaje coloquial no son sinónimos, a pesar de que todos sigamos llamando calor a la temperatura y nos entendamos. Es lo que tiene la ciencia popular.

Pero calor y temperatura no son equivalentes. De hecho es posible que haga más calor un día que otro, aunque la temperatura ése día esté más baja. (Continuará)



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