(Continuación) Una descripción algo cualitativa dicha así pero que, en términos numéricos, correspondería a un Giga-año (Ga), es decir mil millones (1 000 000 000 o 109).
1 eón = 1 000 000 000 años = 109 años
Y aquí cierro paréntesis.
Les decía que no existe relación alguna entre longitud de estalactita y antigüedad de cueva.
Ésta puede ser muy antigua y tener unas estalactitas relativamente pequeñas debido, por ejemplo, a que la roca sea poco soluble o que la cueva esté en un lugar donde las lluvias sean escasas.
Y, naturalmente, lo viceverso.
Luego no. Depende, como casi todo. Cada caverna es un mundo aparte.
Edad de estalactitas y estalagmitas
Otra cosa es la antigüedad de las espeleotemas. Como de otros muchos materiales, de ellas, los expertos sí pueden determinar sus edades utilizando métodos de datación como el del Carbono-14, cuya fiabilidad alcanza hasta los cincuenta mil (50 000) años.No obstante la así calculada será la edad de la estalactita, no la edad global de la cueva donde ésta se encuentra.
Además, no sabemos nada del tiempo que necesitó la propia caverna para formarse, probablemente millones de años. Ni, por supuesto, del que transcurrió hasta que empezaran a formarse las primeras estalactitas.
No. Este asunto no es tan simple. Por ahora, y del mismo, sólo estoy en condiciones de decirles que la datación de una cueva precisa de otros métodos radiométricos más complejos.
A cambio, y a modo de compensación, sí les puedo contar que en España, país poblado de cavernas en su mayoría de caliza, tienen una antigüedad de entre treinta y cincuenta millones (30 000 000-50 000 000) de años.
Se estima que la totalidad de ellas pueden alcanzar una superficie del orden de cien mil kilómetros cuadrados (100 000 km2, es decir la quinta parte del territorio nacional. Lo que no está nada mal.
'Gruta de las Maravillas'
Como ya se pueden imaginar, es el mero oportunismo temático temporal, a la vez que hacemos algo de patria chica autonómica, lo que motiva este subtítulo.En este año del Señor de 2014, se cumple el centenario de la apertura del monumento natural conocido como 'Gruta de las Maravillas'.
Ubicada en pleno centro urbano de la onubense localidad de Aracena, su descubrimiento, al decir popular, fue debido a un pastor, el tío Blas, que al parecer perdió un carnero y se puso, claro, a buscarlo.
No nos termina de aclarar la leyenda si el buen hombre encontró o no al animal, aunque sí que se topó con la entrada de semejante maravilla. Es lo que tiene la vida, que sales buscando una cosa y, mira por donde, te encuentras otra.
Como parece que ocurrió en este caso. Que halló la cueva, una prueba más de que la naturaleza puede crear arte, incluso bajo tierra.
De todos modos, y volviendo a la ciencia, en puridad, la primera referencia histórica sobre su existencia data de 1886, en un tratado en el que el ingeniero de Minas y director del Museo Geológico Minero de España, Joaquín Gonzalo y Tarín, la describe por primera vez.
Por la documentación existente sabemos que fue abierta al público en 1914, siendo la primera cueva turística en Europa, en hacerlo.
Desde entonces cien años la contemplan, son varias las salas descubiertas, y numerosas las personalidades, y miles las personas, que la han visitado.
Formada en el proceso geoquímico denominado karstificación, se encuentra en un afloramiento de mármoles con una antigüedad de quinientos setenta millones (570 000 000) de años.
Los mármoles, desde un punto de vista geológico, son una roca metamórfica formada a partir de calizas y que, sometidas a elevadas temperaturas y presiones, alcanzan un alto grado de cristalización.
Desde el punto de vista químico, el mármol es una mezcla heterogénea en la que predomina (> 90%) el carbonato de calcio, CaCO3.
Ya que les hablaba de hacer patria chica, la de Aracena no es la única gruta a destacar en nuestra autonomía.
La malacitana Cueva de Nerja es un yacimiento arqueológico de gran valor, y su antigüedad, la de sus estalactitas y estalagmitas, se remonta a los cinco millones (5 000 000) de años, y la de sus pinturas rupestres a cuarenta y tres mil (43 000) años.
Vamos, para no dejar de visitar ninguna de las dos.
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