sábado, 25 de enero de 2014

FLEMING Y EL HOSPITAL DE LA CARIDAD de SEVILLA (1)


Fue la primera visita que Alexander Fleming realizó, nada más llegar a nuestra ciudad. Allí, en su sede de la calle Temprado, pudo ver cómo eran acogidos hasta el final de sus días, aquellos enfermos incurables que, por sus especiales dolencias, no eran atendidos en otros hospitales.

Me refiero a enfermedades de la catadura de lepra, peste, tuberculosis, cáncer, etcétera.

Hablamos de una Sevilla en la que la gente pobre, por entonces los dos tercios de la población, solo tenían las Casas de Socorro como primera estancia sanitaria y el Hospital de las Cinco Llagas y la Sangre- donde inicialmente estuvo el Monumento a Fleming, hoy Sede del Parlamento Andaluz-, y el Hospital de la Caridad, para ir a morir.

Una Sevilla que, como buena parte del mundo, inició una nueva y decisiva época con el beneficioso descubrimiento de la penicilina, realizado en 1928 por Fleming y, después, sintetizada en 1940 por Florey y Chain.

Y volviendo a la visita a la Caridad, decir que fue acompañado por Don Felipe García de Pesquera y Noel, funcionario, químico, periodista del Correo de Andalucía y hermano de la Hermandad de la Santa Caridad. O sea.

Una magnífica combinación humana y profesional. Además, claro, hablaba inglés. O sea que.

A título particular, y perdonen la autocita, decirles que conocí a Don Felipe y que estuve en su casa de la avenida de La Palmera en muchas, muchas, ocasiones. Lo hice por la amistad que me une con su hijo Pedro.

Pedro y yo nos conocimos de estudiantes preuniversitarios y coincidimos, después, en la Sección de Química de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Sevilla, cuya fachada daba a la calle Palos de la Frontera.

Desde entonces, cuarenta y cinco años nos contemplan.

De la Sevilla de principios del siglo XX
El lastimoso y deplorable estado sanitario que nuestra ciudad mostraba en la primera mitad del centón pasado, obedecía a no pocas y diferentes causas: geográficas, institucionales, culturales, públicas, familiares, individuales, etcétera.

Y eran el origen de numerosas enfermedades de distintas naturalezas: endémicas, profesionales, venéreas, etcétera. Un calamitoso cuadro social algo difícil de creer hoy en día, pero era así.

Sirvan de ejemplo de esta panoplia de calamidades, un par de apuntes que la ilustran.

Uno. A finales del siglo XIX (1900), Sevilla ocupaba el tercer lugar del mundo en mortalidad, estando sólo por delante, en tan luctuoso ranking, dos ciudades hindúes. Madrás en el sur, y en la actualidad la cuarta ciudad más grande del país y Bombay, la ciudad más poblada de la India, y la cuarta del mundo.

Dos. En esos inicios de siglo, la esperanza de vida del sevillano apenas superaba los treinta y cinco (35) años ¿Se lo puede imaginar?

De las causas y los efectos
De las devastadoras enfermedades endémicas que les hablaba (tuberculosis, reuma, paludismo, hepatitis), poco conocidas por aquellos entonces, eran causa las periódicas riadas del río Guadalquivir y sus afluentes. (Continuará)



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