sábado, 5 de enero de 2013

¡Ya vienen los Reyes Magos!


Ya lo hemos comentado. Aunque sabido, no han sido pocos los que se han sorprendido con las reflexiones vertidas por el Santo Padre en su último libro.

En ellas no sólo saca a la mula y el buey del portal de Belén, sino que sitúa el origen de los Reyes Magos, hasta ahora Oriente, en el otro extremo, en el Occidente del mundo conocido en aquellos entonces.

La antigua Tartessos. O sea, más o menos Andalucía occidental. Una interpretación de los escritos sagrados, que no todos parecen compartir.

Se puede admitir que, como el obispo de Roma señala en su obra, Jesús nació en Belén, en una época determinada con precisión. También que en el Evangelio no se habla del buey y la mula en el pesebre, en ningún momento.


Por supuesto, que también se acepta el supuesto astronómico asociado a la Estrella de Belén. Y sí, ya de la que va, que su nacimiento virginal “no es un mito, sino una verdad”.

Al fin y al cabo es quien es y dice lo que debe decir.

Pero lo que ya cuesta admitir, porque no es cierto, es el pretendido “pedigrí andaluz” de Sus Majestades de Oriente, puesto en boca del Papa.

Los Reyes Magos no eran andaluces
Bueno, en puridad, no se sabe. De hecho no se sabe, siquiera, si existieron. Pero lo que sí les puedo decir es que ni el Papa, ni el Antiguo Testamento, ni los evangelios dicen que los magos procedieran de Tartessos (España).

Así que nada más lejos de la intención con la que está escrito el libro, la polémica que se ha generado a raíz de las interpretaciones erróneas que de su lectura han surgido. En ningún momento Su Santidad enmienda la plana al Evangelio y dice que “los Reyes Magos fueran andaluces”. No.

Más bien nos explica que los magos eran una especie de buscadores de la verdad. Una representación de todos los hombres, de todos los tiempos y de todos los lugares que buscan a Dios.

Y en ese afán por incluir todos los lugares, hasta los más lejanos para ellos, aparece lo que era entonces (hablamos del siglo I aC), el límite occidental del mundo, Tarsis, en la península ibérica.

Pero de ahí a decir que procedían, y además los tres, de Andalucía dista un trecho. Un trecho de mal camino.

Lo que sí podemos leer en el salmo 72,10 del Libro de los Salmos es: “Que le paguen tributo los reyes de Tarsis y de las costas remotas; que los reyes de Sabá y de Seba le traigan presentes. Que ante él se inclinen todos los reyes”.

Está meridianamente claro. Tanto los textos bíblicos como la interpretación de Benedicto XVI, lo que hacen es resaltar la universalidad de los reinos de aquellos soberanos, interpretándolos como reyes de los tres continentes hasta entonces conocidos: Europa, África y Asia.

Algo no muy diferente de lo que la tradición popular hizo, al llamarlos Baltasar rey de Arabia, Melchor rey de Persia y Gaspar rey de India. Luego, no. Los magos no tenían que proceder, en exclusiva, de Andalucía

En cualquier caso, si quieren que les diga de verdad lo que siento, poco importa de donde vengan. De Oriente, de Occidente, de todos los confines del mundo o de Andalucía, el caso es que ¡Ya vienen los Reyes Magos!

¡Ya vienen los Reyes Magos!

Ya vienen los Reyes Magos, 
ya vienen los Reyes Magos, 
caminito de Belén. 
Olé, olé, Holanda y olé, 
Holanda ya se ve, 
ya se ve, ya se ve. 

Ése es el comienzo de la letra de un villancico que aprendí de niño con mis padres. Una letra que ya de adolescente se me tornó algo intrigante porque, ¿de dónde venían sus majestades, si iban a Belén, para que por el camino vieran Holanda, que ya se ve, que ya se ve?

No sé, me parece extraño.

Pero ya se lo he confesado, en estos momentos no me interesa esta cuestión. De modo que la dejo aquí, porque tengo muchas cosas que hacer hoy, cinco de enero. Es que esta noche me quiero acostar pronto, ya saben que Sus Majestades así lo quieren.

Y esta noche, sobre todo esta noche, conviene ser obediente.


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