martes, 22 de enero de 2013

ESTATUA RODRIGO DE TRIANA, 1973 (y II)


(Continuación) El nombre lo eligió Colón en honor a Jesucristo y la salvación que para ellos supuso, haber encontrado tierra tras aquella larga travesía de más de setenta días.

Recordemos el doble error, terráqueo y geográfico, que tenía el descubridor de nuestro planeta.

A la baja en lo que respecta al perímetro de la esfera terrestre, los erróneos 28 296 km de Tolomeo en vez de los casi exactos 40 067,96 km de Eratóstenes, es decir un error relativo por defecto que ronda el 30%.

Y al alza al suponer que Asía era mucho mayor de lo que se pensaba en aquellos tiempos. Vamos que si no llega a ser porque estaba allí América, a saber lo que habría pasado. Pero estaba allí.

Como todos sabemos, el avistamiento del de Triana marcó un antes y un después en la historia de la humanidad e inició la Edad Moderna. Un avistamiento que tenía una recompensa.

La promesa de recompensa del avistamiento
Desde que el 3 de Agosto de 1492 Cristóbal Colón, al frente de la nao Santa María y las carabelas Pinta y Niña, pusiera rumbo al Atlántico en busca de una nueva ruta comercial con las Indias Orientales, la tripulación sabía de una recompensa para el primero que avistara tierra.

La cuantía era de diez mil (10 000) maravedíes, sobre ese punto no hay dudas; y quien o quienes estaban dispuestos a pagarla, aquí no se ponen de acuerdo las fuentes eran, los Reyes Católicos según unos, o el propio Colón, según otros.

En cualquier caso una cantidad estimable a la que había que añadir un jubón de terciopelo que el almirante parece ser que prometió también.

De modo que cuando a las dos de esa madrugada del 12 de octubre de 1492, Rodrigo vio la costa a unas dos leguas marinas, es decir unos once kilómetros (11 km), se las prometió felices. Muy felices. Sin embargo se equivocaba.

Sabido es que del dicho al hecho hay un trecho y de mal camino.

La realidad de la recompensa del avistamiento
Por lo que sabemos no llegó a ver un solo maravedí, y del jubón ni la sombra. La razón porque él no había sido el primero en divisar tierra. Como lo leen. El primero fue el Almirante, eso sí, según testimonio del propio Colón.

Él afirmó haber avistado tierra la noche anterior y, por tanto, la recompensa era suya. Y punto en boca. Que sabido es, que donde hay patrón no manda marinero.

Pero bueno ¡Menudo rostro se gastaba el señor Almirante! Si él iba en la nao bastante más atrás, ¿cómo es que pudo ver tierra antes? No parece lógico.

Es más, si la vio, ¿por qué no lo dijo? ¡Uhm!, algo huele a podrido en Dinamarca. Menos mal que fray Bartolomé puso las cosas en su sitio y lo dejó bien claro.

Colón descubrió América, pero quien la vio primero fue Rodrigo de Triana. De hecho es lo único que vio.
Ni rastro de la bolsa de monedas y ni la sombra del jubón de terciopelo.

Aunque al menos, pensará usted, su nombre pasó a la historia. Sí, pero no. Porque ése tampoco era su nombre. Ni se llamaba Rodrigo, ni era de Triana ¡Vaya por Dios!

Lo que sí tiene en Sevilla es una calle con su nombre. Que ahora que lo pienso, tampoco va a ser, ya que se llama Rodrigo de Triana y ése no era su verdadero nombre. Está visto que cuando las cosas vienen mal dadas, vienen hasta el final.


1 comentario :

María García dijo...

Soy de Sevilla y me está encantando todo lo que lleva escrito sobre ciencia y nuestra ciudad. Enhorabuena.