(Continuación) Pasaba el tiempo y sólo veían cielo y mar. Y las promesas de tierras y riquezas se les tornaban poco consoladoras, máxime cuando el mar les ofreció, de repente, la visión de un palo de navío de ciento veinte toneladas (120 t) flotando en sus proximidades.
Una terrible visión. Un evidente aviso de muerte, para quienes ya tenían el miedo metido en el cuerpo. Un mal asunto.
Y no fue el único que tuvo lugar en esos días.
De desconocidos sucedidos (astronómico y atmosférico)…
El 13 de septiembre de 1492, cuando llevaban cuarenta y dos (42) días de navegación, el Almirante realizó un descubrimiento insólito. Conforme cae la noche, la aguja de la brújula se desvió media cuarta hacía el noroeste, y otra media antes de amanecer. Un hecho sorprendente que inquieta a los avezados pilotos y para el que no tienen explicación. No están navegando según la Estrella Polar, sino con respecto a otro punto ¿Por qué? ¿Qué está ocurriendo? ¿Acaso se ha estropeado la brújula?
Nunca nadie había visto algo igual. Y aunque Colón intenta ofrecer alguna extraña explicación, como la de un supuesto giro de la Estrella Polar en torno al Polo Norte, la inquietud entre la marinería crece.
Y lo hace aún más cuando, según cuenta Hernando Colón (1487-1539): “cayó del cielo una maravillosa llama de fuego” a pesar de que el tiempo estaba, entonces, en calma ¿Qué eran esos inexplicables sucedidos que tenían lugar en ese extraño mar?
…a conocidos fenómenos electromagnéticos (declinación magnética y estado de plasma)
Naturalmente el navegante no podía saber que acababa de medir, por primera vez, la declinación o variación magnética. Que hoy sabemos no es más que el ángulo comprendido entre el norte magnético y el norte geográfico, ya que no coinciden. En otras palabras, estaban midiendo la diferencia entre el norte geográfico del planeta, que es el verdadero y el indicado por una brújula o norte magnético local.
Un hecho físico-geográfico que nuestros escolares aprenden en los institutos, en disciplinas como Electromagnetismo y Ciencia de la Tierra.
Con relación al otro suceso y la frase del hijo de Colón: “cayó del cielo una maravillosa llama de fuego”, lo más probable es que se tratara del Fuego de San Telmo.
Un fenómeno conocido desde la antigüedad y al que, algunos marineros, creían señal de mal agüero y otros, por el contrario, lo asociaban con una forma de protección divina. De ahí su nombre, en honor a su patrono, San Erasmo de Formia (Sant Elmo).
Aunque se le llame ‘fuego’, en realidad no es tal. Se trata de un resplandor brillante blanco-azulado, que a veces tiene aspecto de fuego, y que a modo de dobles o triples chorros se muestra en los mástiles de los barcos, pudiendo alterar también la brújula.
Desde el punto de vista científico es un meteoro ígneo. Una descarga de efecto corona electroluminiscente, provocada por la ionización del aire dentro del fuerte campo eléctrico que originan las tormentas.
Es decir, que más que fuego es un plasma, cuarto estado de la materia, de baja densidad y, relativamente, baja temperatura provocado por una enorme diferencia de potencial eléctrico en la atmósfera.
Lo suficiente como para superar el valor de ruptura dieléctrica del aire, que está en torno a los tres megavoltios por metro (3 MV/m). Ni dudar que se trata de una situación electrizante, capaz de poner los pelos de punta a cualquiera.
Pero no fueron éstos los únicos acontecimientos que avistaron nuestros expedicionarios. Se lo contaré desde la carabela en la que iba Rodrigo de Triana y que, natural, tiene en Sevilla una calle con ese nombre, La Pinta.
1 comentario :
Soy de Sevilla y me estoy enterando de cosas de las que no tenía ni idea. Enhorabuena por el blog.
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