lunes, 21 de enero de 2013

ESTATUA RODRIGO DE TRIANA, 1973 (I)


Cerca de Plaza de Cuba, en la confluencia de las calles Génova y Pagés del Corro, en los límites de los barrios Triana y Los Remedios, hay una plaza de nombre Virgen Milagrosa (41010), que tiene una pequeña isleta con naranjos y setos bajos.

Y en el centro de la misma se levanta un humilde monumento dedicado al marinero Rodrigo de Triana. Se trata de una estatua sobre un pedestal, en la que se representa al marino agarrado a un mástil, en el preciso momento en el que da la buena nueva sobre el avistamiento de tierras americanas.

¡Tierra! es la palabra que aparece tallada en la base. Un clásico de la historiografía.

Fechada en 1973, la estatua es del escultor José Lemus, y lo cierto es que los cuarenta años que ahí llevan, estatua y jardín, no le han sentado bien. Nada bien. Está en mal estado una y descuidado el otro.

Como tantos otros monumentos tiene una historia movida y agitada. Tanto por la estatua en sí, como por el personaje que representa. Y es que la de Virgen Milagrosa no es, ni la primera estatua que la ciudad le dedica al descubridor, ni el primer lugar donde ésta se ubica.

Sobre estatuas y ubicaciones del señor Rodrigo 
La primera escultura que Sevilla le dedicó al vigía la realizó Delgado Brackembury en 1928, y representaba a un hombre con el brazo derecho en alto enarbolando un pañuelo o trapo.

Fue con motivo de la Exposición Iberoamericana de 1929 y estuvo colocada en la Plaza de los Conquistadores. Para que se sitúe, más o menos donde está la torre del que fue Pabellón de Córdoba, en medio del campus universitario de la actual Avenida de Reina Mercedes.

De allí, en 1940, la llevaron a la Plaza de Chapina, en la mitad de la calle Castilla. Pero ya tampoco están allí. Ni la plaza, ni la estatua. La primera se la llevó el urbanismo de los años sesenta; la segunda fue fruto del civismo sevillano y fue retirada.

El resto ya lo conoce. Nueva ubicación y nueva estatua para el primer europeo que, de forma oficial, avistó las tierras americanas. Una estatua que por cierto, poco o nada, tiene que ver con la original. Pero esa es otra historia.

Aquí y ahora nos interesa lo que vivieron el señor Rodrigo de Triana y resto de expedicionarios, alrededor de esa fecha del viernes 12 de octubre de 1492.

¡Tierra! ¡Tierra!
Es el grito que de pequeño aprendimos, dio el vigía Rodrigo de Triana, al divisar por primera vez tierra, desde el mástil de la carabela “La Pinta” que, por ser más velera, iba por delante de la nao “Santa María” con el Almirante Colón al mando.

Así aparece narrado en su diario de a bordo, compendiado por Fray Bartolomé de las Casas (1484-1566), Protector de los indios, lo que supone un garante de su autenticidad:

“Y porque la caravela Pinta era más velera e iva delante del Almirante, halló tierra y hizo las señas qu'el Almirante avía mandado. Esta tierra vido primero un marinero que se dezía Rodrigo de Triana [...]

Todos pensaban que habían llegado a las Indias, pero lo que realmente estaban viendo no era el añorado Cipango, actual Japón, y fijación de don Cristóbal, sino América, el Nuevo Mundo.

Más en concreto una pequeña isla del archipiélago de las Lucayas, actuales Bahamas, en el Mar Caribe, conocida por los indígenas como Guanahani y bautizada como San Salvador. (Continuará)


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